Sobre el árbol, el bosque y el futuro

Rara construcción la que el hombre hace de sus cosas. Amante de controlar las formas -para todo hay un límite y para todo una prohibición- se olvida tantas veces de atender el fondo de los temas.

Mientras pasamos décadas discutiendo acerca de la educación laica o la religiosa, estallan delante de nuestras narices mil escándalos de curas pedófilos y en las puertas de los colegios estatales se instalan sin disimulo alguno los mercaderes de la muerte que en forma de droga va a envenenar a nuestros hijos.

Mientras los funcionarios se emboscan tras una esquina para cazar a un automovilista en infracción, en el mismo municipio se vendieron por años registros truchos y aún hoy -con algo más de disimulo- se puede adquirir uno por la módica suma de $700.

Mientras discutimos sobre el voto electrónico mantenemos intacto el sistema de elección de candidatos que sigue estando en manos de los partidos, sus trenzas, caudillos y enjuagues, a los que luego se nos obligará a elegir (¿optar?) con este u otro método.

Mientras seguimos pasando insistentemente las imágenes de Lopecito, los bolsos y las monjas o el rosario de propiedades de Lázaro Báez, nos disponemos a continuar otorgando al presidente los poderes especiales que permitieron que Menem se hiciese su aeropuerto personal de Anillaco, Cristina se enriqueciese y otorgase millones de dólares a sus amigos y las partidas dispuestas para mejorar la calidad de vida de la gente fueran a parar al bolsillo del vivo de turno.

Mientras buscamos en el cuadro la imagen de Judas con la bolsita en la mano…Cristo ya cuelga de la cruz.