Ni la multitudinaria marcha sirvió para maquillar las divisiones. A los incidentes del final se les suma ahora la falta de acuerdo para resolver la fecha del paro. El riesgo de la anarquía.
El malestar en la CGT después del escandaloso desenlace de la marcha del martes no parece próximo a cesar. Mientras la conducción se reparte culpas por la falta de control del acto, los distintos sectores que integran la central obrera salen a poner más presión y siguen sin ponerse de acuerdo para anunciar una fecha de paro general.
La CGT no quiso poner fecha al paro y la cúpula se tuvo que escapar abucheada del palco. Héctor Daer, Juan Carlos Schmid y Carlos Acuña quedaron acorralados por el reclamo de las agrupaciones y saben que por estas horas deben dar definiciones. Sin embargo, se encuentran tironeados por los distintos sectores que integran la central obrera, que salen a poner más leña al fuego.
Rodríguez sugirió darle una tregua de un mes a Macri y desligó a UPCN de los incidentes de la marcha, mientras que Maturano se mandó solo a pedir que el paro sea el 4 de abril.
Rodríguez desmintió que UPCN hubiera reclamado fijar una fecha de paro y desencadenado el caos durante el acto. Por el contrario, aseguró que la columna que encabezaba «estaba lejos» del escenario montado frente a las oficinas del ministerio de Producción.
Su postura de estirar definiciones contrasta con la del ferroviario Omar Maturano, que se mandó solo al señalar que La Fraternidad propone que la medida de fuerza sea el 4 de abril, pero no tuvo respuesta de sus pares: nadie salió a confirmar sus dichos.
Pero lo que en principio podría ser motivo de sonrisa en el gobierno -la falta de unidad en la central obrera permite observar un enemigo con serias dificultades para tomar decisiones- se convierte en mueca de preocupación cuando alguien desliza el peligro de un sindicalismo anárquico en el que como ayer los sectores de la izquierda más extrema y aún los que siguen respondiendo a las ordenes de Cristina Kirchner, tomen la iniciativa y llenen los reclamos de una violencia que puede generar sensación de desgobierno.
En definitiva, dicen, es mejor negociar con «Los Gordos» aunque estos finjan estar un poco enojados.