EL PLAN «REVOLEÁ Y DESPUÉS VEMOS»

Vacunas, viajes, heladeras, bonos, aumento a planes, créditos a tasa cero, decretos disparatados que «ordenan» solucionar problemas, platita en el bolsillo; lo que sea. Después se verá que hacer…

 

La compulsión peronista por el poder, solo comparable a la que tienen los radicales por las luchas internas, han llevado a la Argentina a un laberinto de difícil salida. Ninguno de los dos partidos mayoritarios estuvo a la altura de las circunstancias cuando le tocó ejercer el gobierno de la república y ambos salieron del mismo con el rabo entre las patas y dejando atrás una estela de desequilibrios, enfrentamientos, pobreza y una decadencia más acelerada que la que habían encontrado cada vez que les tocó llegar a la Casa Rosada.

Pero el espectáculo dantesco de un gobierno revoleando prebendas y regalos como el maná caído del cielo en tiempos bíblicos es algo que ni en la más delirante pesadilla podía imaginarse…

Ni el más torpe de los políticos argentinos desconoce que todo esto es un suicidio. Si hasta podríamos afirmar que cualquier peronista con dos dedos de frente debería estar deseando la más apabullante de las derrotas para tener luego un pretexto para eludir responsabilidades en la debacle inevitable que viene para la Argentina.

Aún que algunas cosas se lograsen -el acuerdo con el FMI, por ejemplo- no hay manera de absorber sin un ajuste salvaje la cantidad de dinero que se está emitiendo, la multiplicación de los planes sociales, que en el paroxismo de su propia locura el gobierno promete mantener aún en el caso en el que los beneficiarios consigan algún trabajo registrado, los aumentos de planes y jubilaciones, pese a que a valores reales la recaudación sigue cayendo aunque se la disfrace con una cotización oficial del dólar que ya se acerca a una brecha del 100% con la real, el cepo a las importaciones que genera menor producción y las cuotas a la exportaciones de carnes e hidrocarburos que se pretenden necesarias para sostener los precios internos, aunque la realidad demuestre que el resultado es justamente el contrario.

Y mientras el «dale lo que pidan» y el «revoleen lo que se necesario» aparece como la única estrategia oficial para revertir el resultado electoral, el sentido común avisa que el país se acerca aceleradamente a un punto de no retorno que encuentra explicación en una frase cara al peronismo pero a la que nunca parece prestar verdadera atención: la única verdad es la realidad.

Sin reservas, con una inflación que ahora el propio oficialismo ruega que no sea de más del 50% -cuando hace pocas semanas porfiaba controlar no más allá del 35%- con los indicadores de comercio e industria volviendo a tomar ritmo en forma mucho más cansina de lo esperado, el panorama para los próximos meses parece resumirse en una sola pregunta: ¿qué piensa hacer el gobierno para conseguir los fondos para pagar el revoleo preelectoral?.

Máxime cuando todo hace suponer que el efecto logrado es inversamente proporcional al buscado; los sectores más humildes están hartos de la limosna y ya saben que lo único que se busca desde el oficialismo es arrancarle el voto. Y la gente quiere trabajo, dignidad y futuro…

Y si la respuesta a aquella pregunta es obvia, mucho más lo es la seguridad de que quien menos idea tiene de lo que hay que hacer es, justamente, el gobierno.

Ajústese el cinturón, ponga la cabeza entre sus piernas, abrace el almohadón y…rece.

Porque siempre, al final, la única que revolea en serio es la realidad.