(Escribe Adrián Freijo) – El editorial de hoy de LIbre Expresión nos invita a reflexionar sobre el crecimiento de la violencia como forma de comunicación entre las personas, su vinculación con un tema social y no solamente delictivo y el peligro evidente que todo ello representa para la sociedad. Y como siempre nos está ocurriendo, el paso efímero de las horas nos zambulle otra vez en la cuestión.
Hace pocas horas la Escuela Piloto de la ciudad vivió un episodio de violencia que lamentablemente ya no es inusual. Un alumno se presentó armado con una faca en el establecimiento y con ella amenazó a dos compañeras sin que sin embargo hubiese que lamentar otros daños físicos.
Pero dejemos que lo que ocurrió a continuación nos lo narre la ajustada crónica de nuestra colega 0223.com.ar que cubrió el hecho ampliamente y en el lugar:
«Según relataron, las dos chicas acudieron a la dirección y señalaron que el joven las había amenazado con un arma de fuego. Desde el colegio dieron aviso a la familia del chico y lo citaron. En un primer momento, negó que haya tenido un arma y dijo que las había amenazado con sus manos.
En medio de esa charla, llegó el padre de una de las chicas visiblemente molesto y alterado, exigiendo soluciones de inmediato. Incluso, los padres fueron los que llamaron a la policía para que interviniera. Las autoridades de la Piloto les aclararon que está prohibido que uniformados ingresen a la escuela y que no iban a permitir “una requisa”.
Luego llegó el padre del joven y con su intervención el estudiante reconoció que tenía un arma blanca en la mochila. Allí fue cuando el padre de una de las alumnas comenzó a amenazar al joven que había llevado el arma y a su papá, por lo que les pidieron que se vayan.
“Nos empezaron a gritar que éramos cómplices y una madre le pegó cuatro trompadas al director”, relataron».
Tras lo ocurrido las autoridades pidieron a los padres que dejaran las cosas en manos de «quienes estamos preparados para manejar estas situaciones», recordándo que «de nada sirve un linchamiento».
Poco para agregar, mucho para reflexionar.
¿Qué es primero…el huevo o la gallina?, o en este caso, ¿la agresión ocurrida o la violencia conceptual?.
La respuesta es clara: aquella violencia de la que hablaba el editorial de nuestro diario digital, y que como allí se sostenía se metió en nuestra piel ciudadana como un germen que todo lo envenena a su paso, fue la que armó la mano irresponsable de un adolescente y lo empujó a semejante estupidez, que pudo terminar en tragedia.
La violencia que ven en la calle, la que parece vislumbrarse en la reacción de sus propios padres emprendiéndola a golpes con los docentes, la que ve en la televisión, la que percibe en la vida política, la que deviene de la marginalidad desmadrada.
La violencia, en fin, que caracteriza a una sociedad cada vez más acostumbrada a la justicia por mano propia y a la falta de límites.
A su manera, todos los actores de este incidente actuaron con violencia (excepción hecha de las víctimas, por supuesto) cuando por los medios que fuesen pretendieron imponer su razón.
El alumno, con un cuchillo.
Los padres de las chicas, con la agresión física.
La Directora presumiendo que «ella está preparada para manejar esas circunstancias», olvidando que fue en su propio establecimiento donde se produjo un hecho que, en el mejor de los casos, no supo ser prevenido.
Pero no se trata de encontrar a los buenos y los malos; se trata sólamente de volver a interrogarnos acerca de esto tan grave que nos pasa a todos.
Porque ya no tiene sentido preguntarse acerca de la prioridad del huevo o la gallina.
De lo que estamos hablando es de encontrar entre todo, y neutralizar para siempre, el huevo…de la serpiente.