El inolvidable honor de perder con Elio Aprile

Por Adrián Freijo – Elio fue un ganador; en la vida logrando todo lo que se había propuesto, y después cuando ya sin sordina todos reconocieron su honestidad y su inteligencia. El placer de ser su derrotado.

El periodista me preguntó, sobre el final de un reportaje clásico de campaña en Canal 8, que ocurriría si yo estaba a un voto de ganarle a Aprile y ello dependía de que lo acusara de corrupto. «Pierdo la elección por un voto» le contesté.

Veinte años después mi alegría es doble: no le fallé a mi amigo ni me traicioné a mi mismo y, lo que es más importante, la ciudadanía marplatense tampoco. Pocos días después de esa entrevista el entonces intendente lograba la reelección con más del 60% de los votos; y hoy confieso que si no fuese por una elemental cuestión de lealtad con el peronismo -cuya representación había asumido sabiendo que por la impecable gestión del candidato radical nos encaminábamos a una derrota catastrófica de la que ningún compañero quería hacerse cargo- yo también lo habría votado.

Aprile era uno de esos tipos al que se lo quería apenas conocerlo; nada en él era ficticio ni especulativo, su transparencia tenía que ver con su cultura, amplia y plural, que permitía para el interlocutor la poco común experiencia de terminar cada encuentro con algo aprendido.

¿Era un soñador?, seguramente como el que más.

¿Era un iluso?…ni ahí…sabía lo que quería y estaba siempre dispuesto a seguir adelante buscando el camino más correcto para conseguirlo.

Cuando se esforzaba por convencer a los marplatenses, ya sentado en el sillón principal del municipio, del valor de la cultura como amalgama social no lo hacía desde una actitud falsamente progre ni parado en el pináculo de su enciclopedismo. Para Elio la cultura movilizaba lo mejor de una sociedad e incorporarla al vecino era dotarlo de un arma poderosa para entender y decidir.

No siempre fue comprendido por los extraños…y tampoco por los propios. Nadie supo o quiso aportar a sus sombras finales como intendente la fuerza y el apoyo que podía estar necesitando. Tal vez su irrenunciable forma de hacer política desde los principios no era cómoda para tantos que pensaban entonces, y tal vez sigan pensando, que el poder y los buenos negocios eran lo único a rescatar aún en el momento más dramático de los argentinos.

Calumnias, mezquindades, traiciones…todo fue útil para destruir al intendente aunque todo eso terminase haciéndolo con un hombre que no lo merecía. Porque mientras la maquinaria de la injuria caminaba a mil por hora, Elio dudaba hasta en comprar un pequeño y ya viejo automóvil «porque la gente puede creer que estoy robando».

Fue un honor ser su derrotado, y mucho más fue que en algún tiempo me considerara su amigo. Y aún más grandioso que fuese el intendente de la ciudad en la que nací y a la que amo.

Estas palabras no intentan ser ninguna reivindicación porque Elio Aprile no la necesita. Los esfuerzos por ensuciarlo tornaron pronto en patéticas historias de burdel comiteril; la verdad cayó por su propio peso con la lógica de un aluvión rodando por la ladera de una montaña y quienes quisieron mancharlo quedaron para siempre como los miserables que son. Y que todos conocemos…

Siete años después de su partida, tu vencido de aquellas jornadas de 1999 te rinde el homenaje de la admiración y la amistad. Y casi por «mensaje privado», para convivir con esta modernidad virtual que a veces ocupa el espacio del diálogo personal que tanto disfrutábamos, te plantea su enorme desagrado por esa impertinencia de partir justo cuando todos necesitábamos la presencia y la fuerza de los éticos.

Aunque vos siempre estés vivo en los que entendemos la política como un servicio, la vida como un aprendizaje y los valores humanos como la única riqueza que merece ser atesorada.

Y a los que nos enseñaste que con esos valores triunfar era posible…

Chau profe…hasta luego.