Amado Boudou tiene que estar agradecido a todos los escándalos veraniegos que han distraído la atención sobre él. Sin embargo tiene por delante un año difícil que no va a poder evitar.
El Vicepresidente pasa estas horas encerrado, maldiciendo a quienes según él lo han abandonado y quejándose amargamente, ante su cada vez más escaso grupo de amigos, de lo que el considera una injusta persecución sobre su persona.
Y cuando la furia y/o la impotencia llegan a su punto máximo, el cada vez menos amado Amado amenaza con contar la verdad de las cosas.
¿Y cuál es esa verdad?; sencillo y conocido, en la trama Ciccone el no hizo otra cosa que cumplir las órdenes de Néstor Kirchner que era el verdadero interesado en quedarse con la empresa y la máquina de hacer billetes.
Sabe que aquella ambición del difunto mandatario representó una violenta discusión con su esposa, que nunca estuvo de acuerdo con ese tipo de negocios. Es sabido que para Cristina los bienes inmuebles son la inversión más segura y solía decirle a Néstor que «ese capricho nos va a meter en la cárcel», refiriéndose a la imprenta en cuestión.
Los demás problemas que enfrenta Boudou son una radiografía de su verdadero nivel: un auto trucho, unas cuentas publicitarias de mediano porte, algún balneario en el sur marplatense...y poco más.
Un verdadero perejil, comparado con las fortunas cuantiosas que amasaron sus patrones y muchos compañeros de gabinete. Casi un «valijero» de influencias menguadas que, sin embargo, es el primero que siente en la nuca el soplido de la justicia y en los oídos el ruido de un candado.
Amado quiso ser play boy, Amado quiso ser músico estrella, Amado llegó a pensarse presidente. Hoy el espejo le devuelve su propia envergadura…de mantero del poder.