Muchas cosas han pasado en torno a las islas y tienen que ver con algo que la invasión rusa a Ucrania dejó en claro: el mundo ya no será el mismo y las reglas de juego cambiarán para siempre.
Son hechos y van más allá de las palabras. El mundo se debate hoy en una guerra en la que países occidentales dicen defender el derecho internacional frente a una invasión militar, pero se encuentran frente a una realidad que mucho les costará explicar: muchos de ellos mantienen situaciones coloniales o de ocupación forzada idénticas a las que pretenden condenar.
Y una de las que más hace ruido por estas horas tiene que ver con la ilegal presencia británica en nuestras Islas Malvinas. Lo que mueve a debate tanto en en los organismos internacionales como dentro del propio territorio y, por primera vez tras cuarenta años de silencio e indiferencia, parece marcar para los británicos la necesidad de fijar prioridades y hablar en serio.
Una encuesta de un medio británico muestra que el 49% de los consultados opinó que el Reino Unido debería aceptar la soberanía argentina sobre las Islas Malvinas y solo el 21% considera que debería conservarlas.
Pocas horas después el diario inglés The Guardian publicó una nota en la que se plantea que la soberanía británica sobre las Malvinas es «una absurda resaca imperial que debe terminar» y en la que se asegura que «el sentido común exige» un acuerdo con la Argentina a cuarenta años del conflicto bélico.
«La soberanía británica sobre las Malvinas es una absurda resaca imperial que debe terminar. A cuarenta años de la guerra en el Atlántico Sur, el sentido común exige un arreglo negociado con Argentina», comienza el texto firmado por el periodista de su staff, Simon Jenkins, a cinco días del último aniversario de la Guerra de Malvinas.
«La forma en que Londres plantea el tema de la autodeterminación es una especie de pista falsa. Los isleños no son autónomos, ya que dependen de la buena voluntad de Gran Bretaña para su seguridad. Gran Bretaña se deshizo efectivamente de Adén, Diego García y Hong Kong cuando convenía al interés nacional» sostiene el columnista.
Sobre la importancia de su opinión solo valga recordar que fue declarado Caballero del Reino Unido en 2004, como premio a su trabajo periodístico y desde entonces se lo considera un vocero informal pero autorizado del pensamiento de la corona británica.
«Es sentido común. Más de 60 millones de libras esterlinas al año en defensa militar para las islas no lo es. Si los políticos de Londres no tienen las agallas para buscar un trato con Buenos Aires, quizás los isleños deberían enfrentar el futuro y buscar uno para ellos», concluyó.
No deben pasar desapercibidas las palabras del presidente de Chile, Gabriel Boric quien respaldó en su viaje Buenos Aires el reclamo de soberanía del Estado argentino sobre las islas Malvinas, pronunciamiento que tuvo lugar en medio de una visita oficial a esta nación y luego de reunirse con Alberto Fernández quien horas antes había recibido similar apoyo de su par de Bolivia Luis Arce quien anticipó que «muy pronto Argentina recuperará sus derechos sobre las islas de la mano de una gran coalición de países hermanos de la América del Sur».
Pero a estas expresiones deben sumarse otros hechos relevantes de los últimos tiempos: el gobierno inglés ha sido quizás uno de los gobiernos que con mayor vehemencia ha condenado la violación de la integridad territorial de Ucrania por parte de Rusia, y es muy bueno que lo haga, pero lo que está ocurriendo es que el gobierno británico, al mismo tiempo que condena la violación de la integridad territorial ucraniana mantiene por 189 años, una violación de la integridad territorial de Argentina.
Y esto es visto con preocupación tanto en los EEUU como en la Unión Europea, máxime cuando el argumento bien puede ser utilizado por el gobierno de Vladimir Putin para esgrimir sus derechos sobre los territorios invadidos y quitar fuerza a las apelaciones legales de la ONU y de los países de Occidente.
A lo que se agrega la creciente influencia de China en la zona del Atlántico Sur –que podría sumar además el estratégico control de la Hidrovía y la instalación de un puerto pesquero de aguas profundas bajo su administración– lo que adquiere singular importancia cuando se observa que, más allá de algunas maniobras distractivas, la alianza estratégica del gigante de Asia con Rusia sigue adelante, en plena guerra comercial con el mundo capitalista y especialmente con los EEUÚ. con Rusia sigue adelante.
Frente a esta realidad se estaría trabajando contrareloj en una propuesta similar a las citadas más arriba, especialmente la que puso fin al diferendo con Hong Kong: Gran Bretaña reconocería la soberanía argentina sobre el archipiélago y mantendría la administración del mismo durante un período que podría rondar el cuarto de siglo y en el que se avanzaría en la integración económica y social con el continente, se aceptaría un status especial para los isleños que avanzaría a partir de la próxima década en la doble nacionalidad, no optativa, y que se fundiría en plena al momento del retiro de la corona.
Canadá, Perú y Países Bajos serían por ahora los garantes del cumplimiento del acuerdo que, según trascendidos, podría comenzar a tener vigencia el primer día del año 2025.
La defensa militar de las islas y los convenios comerciales tanto petroleros como pesqueros, irían desde ese momento por vías separadas. El Brexit dejará a los isleños en una situación de debilidad económica y esto es visto por los autores de la iniciativa como una oportunidad y no como un problema.
Algo se está gestando y tenemos que estar preparados: esta vez la decisión vendrá de poderes muy superiores a las pretensiones nacionales, los caprichos isleños y la soberbia británica.
El mundo no pondrá en riesgo sus argumentos frente a Rusia y China por unas pequeñas islas del Atlántico Sur que pertenecen a un país que acaba de ofrecerse como puerta de entrada de un gigante invasor armado y un insaciable buscador de inversiones y desarrollo territorial que cambie las reglas de juego del capitalismo tal cual lo conocemos.
Estemos atentos…