La inagotable interna del Frente de Todos local parece obligar a sus integrantes a vivir emitiendo sonidos para no ceder el protagonismo a sus rivales. Mientras tanto hay una realidad que sigue esperando.
La votación en el Concejo de un expediente vinculado a la colonia de vacaciones que año a año organiza el EMDER y que por motivos administrativos -por cierto insólitos- había quedado «olvidado» durante seis años, sirvió para poner a prueba el presente complicado del Frente de Todos, sus internas y, dicho sea de paso, la falta de contacto con la realidad que tienen la mayoría de sus integrantes, aunque en ello los acompañen lamentablemente otros muchos integrantes del mundo político.
Porque mientras «los compañeros» acumulan discursos, tantas veces previsibles e invariablemente superpuestos, con la única finalidad de no dejar el protagonismo a otro del mismo espacio, la ciudad corre detrás de sus necesidades y sus urgencias que con preocupante habitualidad quedan aplastadas por la rara propiedad de quienes, se supone, son sus representantes: más que la pandemia, más que la exclusión social, más que los desmanes de un sistema de transporte anárquico y abusivo, lo que parece primar en el bloque del Frente es la necesidad de posicionarse frente a los poderes internos que desde La Plata y/o el Instituto Patria revolean la lapicera amagando subir o bajar algún nombre de las listas electorales que comienzan a tomar forma.
Y así como la presidente del PAMI le envía a la CABA un padrón desactualizado para inducirlo al error en la citación de jubilados para vacunarse -poniendo por delante una miserable especulación política antes que la vida de seres humanos del grupo de riesgo más delicado- aquí parece que la decisión es referir todo a esa interna inagotable, utilizar cada tema para mostrar la capacidad de daño y así congraciarse con los jefes nacionales y provinciales y dejar a la ciudad y a su gente esperando que alguna vez se termine esa interna que tanto tiempo insume a quienes, eso sí, no dejan de cobrar puntualmente los generosos sueldos que la sociedad les concede.
Aunque ello signifique pasar horas y gastar tiempo debatiendo un absurdo expediente arrumbado por la incapacidad de ellos mismos y de otros como ellos, mientras en ese mismo tiempo más de un marplatense se esté contagiando y seguramente alguno muriendo.
Y muchos, muchos más, cayendo bajo el umbral de la pobreza o perdiendo su trabajo.
Cosas de sentirse el ombligo del mundo…