Sospechas de corrupción, escándalos y violencia, claudicaciones políticas que rozan lo moral y especulaciones diminutas a espaldas de la gente marcan una realidad insostenible.
El escándalos producido esta semana en el HCD no hace más que poner en evidencia el momento de más baja calidad institucional del cuerpo desde la llegada de la democracia.
Cuesta encontrar en cada postura de los bloques algo que vaya más allá de los intereses partidarios y hace mucho que los vecinos no podemos esperar del cuerpo alguna actitud que se sostenga en las necesidades de la ciudad y sólo en eso.
Los juegos de poder, con concejales que acostumbran ausentarse de las sesiones para favorecer el triunfo de una determinada postura -que bien puede no ser la sostenida por su propio bloque- dejan en evidencia un tráfico de «incentivos» que sólo el tiempo podrá definir en su especie. Poco importa que una actitud semejante suponga una traición al interés de esa porción de ciudadanía que depositó su confianza en el partido que representan.
El mensaje, perverso e inmoral, que se le da a la gente parece gritar que una vez llegados a las bancas los concejales se adueñan de ella y sólo se ajustan a su propio interés personal, desoyendo el mandato de la calle.
Lo ocurrido en la última sesión del cuerpo, producto además de la falta de respeto hacia las instituciones que ya sin pudor demuestran los violentos de todo tipo que van al Concejo a lograr sus objetivos por medio de la presión, supone un bochorno de tal magnitud que no debe quedar rápidamente en el olvido y a la espera de otro escándalo.
Y la única forma de lograrlo es con una fuerte presión ciudadana sobre sus representantes, que haga ver a estos que no pueden avanzar con sus mezquinas trapisondas sin el riesgo de sufrir la vindicta pública.
Que no será violenta, que no se hará solapadamente y no supondrá ninguno de aquellos incentivos de los que hablábamos más arriba.
Pero tendrá el peso de un desprecio ciudadano que debe aparecer prontamente para desterrar por siempre de la institución esa imagen gastada y lamentable que hoy proyecta sobre la ciudad.