Alegría, emoción, reconocimiento, pero también algo de vergüenza ajena es lo que despierta esta historia. Desde la lejana Qatar un príncipe cubre el rol del estado nacional.
Nasser Al-Attiyah, pese a los pronósticos en contra, detuvo el Mini 301 y saludó a los chicos de la escuela primaria de Jama. Luego de escucharlos y recibir una carta por parte de los docentes, siguió su carrera hacia Chile.
Días después se convertiría en el ganador del la edición 2015 del legendario Dakar y una vez más su nombre, que ya pinta para mito, daría la vuelta al mundo.
A miles de kilómetros un grupo de niños mantenían todavía la excitación de haber conocido al excéntrico personaje. Un príncipe del lejano oriente que había detenido la marcha para estar unos momentos con ellos y con sus «seño».
Para ellos nada cambiaría. Una escuela derruida en la que pasan gran parte del día sin luz, con un presupuesto de $7,20 por chico para alimentarse, hundida entre calles de tierra, lluvias y frios en invierno y polvo caliente en verano.
Esa es la realidad inmodificable con la que tienen que convivir nuestros chicos en los lugares más inhóspitos del país.
La sopresa llegaría a las pocas horas: aquel personaje simpático y extraño se comunicó con las autoridades del Ministerio de Educación de la República Argentina para informarles que el gobierno de Qatar había resuelto donar a aquellos alumnos una escuela nueva con todas las comodidades y adelantos de los tiempos que corren.
Hoy, con la supervisión insistente de la embajada de aquel país que quiere que no haya demoras burocráticas para el inicio de la obra, el proyecto ya está en marcha.
UNA HISTORIA PARA SER CONTADA
Son las 5 de la mañana y a pesar del frío no todos duermen. Risas y bullicio se escuchan a metros de donde el Dakar hará su regreso a la Argentina por el Paso de Jama. La «escuelita» del lugar prepara un recibimiento especial para el «Príncipe qatarí».
Saben de lo complicada que es la misión pero confían en que las banderas de Argentina y Qatar juntas con un mensaje simple de bienvenida lograrán su cometido. Nadie les quita la ilusión que bajará un momento y así poder entregarle la carta que tan celosamente escribieron todos. Saben del espíritu solidario de Nasser Al-Attiyah. Y eso los alienta. Lo esperan a las 10 y aunque faltan unas horas, ya corean su nombre.
Carmen Melano, directora del establecimiento educativo, se muestra optimista, tiene una carta en sus manos donde explica la necesidad de contar con una nueva escuela.
Son las 7.24 y aunque no llegó aparecen otros competidores. Nada más y nada menos que los primeros en pisar suelo jujeño. Barreda Bort (Honda) y Marc Coma (KTM) entran en escena con sus motos y son recibidos por los niños que los saludan con banderitas celestes y blancas.
«Argentina, Argentina, Argentina» es el cántico que eligieron para la ocasión, la reiteran una y otra vez mirando desde lejos e imaginando un buggy de color azul que lo acerque a su sueño. Pasan una seguidilla de vehículos pero ninguno es él.
Son 54 niños juntos a un grupo de docentes y familiares que esperan con ansias que llegue la hora indicada. Se suman banderas qataríes que junto al cartel de bienvenida. Pero algo los desanima.
Tarea complicada
Desde la organización les explican que muy posiblemente llegue cansado y no pueda atenderlos. Sin embargo ofrecen acercarle la carta.
Todo hace pensar que tendrán que conformarse. Aún así no pierden las esperanzas.
Piensan que la última palabra la tiene el Príncipe, ‘no va a poder creer que le hicimos una bandera con los colores de su país natal y eso lo conmoverá’, asegura emocionada una profesora.
Mientras tantos los niños están despreocupados. Saben que las «profes» no pueden mentirles. Reciben regalos de los equipos de apoyo de otros pilotos, que se detienen para entregarles stickers, gorras y banderas. Algunos hasta se acercan para sacarse fotos. Otros no pueden creer el tamaño de la bandera qatari que hicieron los chicos y con asombro también sacan fotos.
Son las 9.25. A lo lejos se lo ve llegar, es él dicen los niños «tiene el 301». Con mucha emoción y expectativa lo ven bajar. Tiene una sonrisa de oreja a oreja, está tranquilo y se dirige directamente a abrazarlos. No habla con nadie y solo responde con un simpático «very good» a la pregunta de un periodista.
Quiere sacarse fotos con los 54 niños y los docentes que desde la madrugada estuvieron apostados en el ingreso a Jama para recibirlo. Su felicidad al ver su bandera y la argentina juntas es incomparable.
En ese momento la directora de la escuela le entrega la carta, muy nerviosa, él la mira dándole a entender que la quiere ayudar en su misión.