(Redacción) – Macri lo ignora, Vidal tiene gestos solo sociales, Rodríguez Larreta lo deriva a funcionarios de segunda línea y ahora Aicega abandona el bloque. ¿Entenderá Arroyo el mensaje?
En sus dos visitas a la ciudad el presidente lo ignoró como poste al costado del camino. La gobernadora cumple con gestos de mero protocolo y sociabilidad, pero le aplica desde el Banco provincia el cepo menos deseado al comunicar que Mar del Plata no califica para recibir asistencia financiera.
Si hasta Rodríguez Larreta, que tal vez sin muchas ganas pero con espíritu de obediencia debida al menos lo recibía en una pizzería, no soportó la intención de Carlos Arroyo de licuar de todo poder al enviado desde CABA para ayudarlo, Agustín Cinto, y terminó por tomar distancia y ordenar que cuando el intendente llegue sea atendido por funcionarios de segundo orden.
Ahora, en lo que parece el mensaje más directo, Juan Aicega -el hombre del presidente en Mar del Plata- abandona el bloque de Agrupación Atlántica y forma un monobloque con el nombre y los colores del partido de Macri.
Los veteranos en la mirada política saben que la decisión tiene un claro mensaje y que pone límites. De aquí en más el PRO acompañará aquellos proyectos que hagan a las necesidades reales del gobierno pero seguramente se abstendrá en algunos delirios que desde la conducción del partido arroyista suelen aterrizar en el recinto sin aviso previo.
Aicega tiene peso propio pero también es la proyección local de la voz presidencial. Macri lo considera, lo respeta y lo escucha. Y tal vez ya haya aceptado que la política de alianzas debe cambiar con respecto al último comicio. Incorporar a Arroyo sirvió para ganar pero, dicen cerca del presidente, es seguro que en el futuro será como tratar de nadar con 100 kg de acero atados a los tobillos.
Habrá que acostumbrarse a ver a Aicega como «el hombre del diálogo», aplicando su paciencia y bonhomía a recomponer lazos rotos por la soberbia arroyista y, sobre todo, conseguir para Mar del Plata el tono de moderación del que siempre hace gala María Eugenia Vidal y, cuando puede, también Mauricio Macri.
En caso de concretarse el «divorcio» -hay muchos comedidos que por estas horas dicen que «a Juan lo convencemos»– será un duro golpe para la jefatura del bloque de Agrupación Atlántica. La figura de Guillermo Arroyo, cuestionado desde el primer día por propios y extraños, no parece hoy la indicada para recomponer relaciones con tanto herido de adentro y de afuera. No parece por tanto el indicado para unir la tropa, máxime cuando desde el mismo instante en que comenzó esta historia solo ha tenido desprendimientos y portazos.
Si los tres bloques que ahora integrarán Cambiemos -el arroyismo, los convulsionados radicales y el propio Aicega- logran consensuar todo, el intendente seguirá teniendo mayoría.
Pero sabe Carlos Arroyo que de aquí en más deberán acabarse los caprichos, las torpezas y esa convicción imperial que lo lleva a repetir casi con obstinación que «en Mar del Plata, Macri y Vidal ganaron gracias a mi».
Sobre todo cuando los nombrados buscan ahora no perder por la misma causa.