Escribe Adrián Freijo – Veintidós días tardó en reaparecer Carlos Arroyo, y lo hizo lejos de la ciudad, junto al electo Jefe de Gobierno Horacio Rodriguez Larreta. Ya llegó el momento de terminar el juego.
Las cosas ya pasan de castaño oscuro; no son naderías las acusaciones que llueven sobre el candidato a intendente de Cambiemos. Su vinculación con la dictadura, su xenofobia, las causas penales que lo involucraron, las sanciones por violar la ética profesional y la carencia de proyectos para la ciudad suponen cuestiones que exigen una aclaración frente a la ciudadanía.
Si como sostiene se trata de una campaña sucia, poco costará desarmarla con el simple expediente de aclarar las cosas.
Pero ocurre que detrás de los hechos denunciados parece esconderse más una intención de evitar respuestas que de preservar honras.
“Ninguna mentira podrá desprestigiar a una persona honrada y comprometida con su ciudad como lo es Arroyo. Más que desprestigiarlo, debería intentar imitarlo”. dijo Rodriguez Larreta en defensa del candidato local.
Sin embargo seguimos creyendo que todo se resuelve aclarando las cosas y no con frases grandilocuentes ni defensas de prestigios que el hombre público debe sostener frente a la sociedad que lo mira.
¿Si todo es mentira, que cuesta plantarse frente a la sociedad y explicar cada una de las imputaciones?. ¿Para qué aparecer en silencio, a la distancia, buscando apoyos externos si como sonsonete se repite que cada acusación es inventada?.
Lo señalan como funcionario del gobierno de facto y contesta que él solo arreglaba semáforos.
Se dice que fue interventor de un sindicato durante aquellos años y responde que era un trabajo administrativo.
Pues bien, si en estas y las demás cosas alguien miente, no ha de ser tan difícil demostrarlo. Con solo mostrar el contrato para arreglar semáforos y la resolución poniéndolo como empleado administrativo del sindicato, se acaba la cuestión.
Después vendrá el tiempo de mostrar los proyectos, presentar los equipos, repudiar todo acto de xenofobia y rechazar los mentados antecedentes penales y éticos.
Pero habremos empezado por algo más digno que el silencio.
Foto: Prensa Carlos Arroyo