Trump no tiene las alianzas con las que contaba Reagan ni una URSS en caída libre. Hoy Rusia viene levantándose, el Vaticano es un adversario y la falta de experiencia choca con la astucia de Putín.
Una encuesta difundida por el diario Politico mostró que la popularidad de Trump creció 9 puntos desde las elecciones del 8 de noviembre, en las que el republicano venció a la candidata demócrata, Hillary Clinton, logrando un récord en su aceptación entre el electorado.
¿Está cambiando el público norteamericano?, ¿o está perdiendo la «vergüenza»? de reconocer su adhesión al singular personaje?.
Algo pasó el día del comicio ya que hasta pocas horas antes las encuestas hablaban de una ventaja de hasta 7 puntos para la candidata demócrata. Sin embargo a terminar la noche Donald Trump era el nuevo presidente de los Estados Unidos.
Los memoriosos recordaban por estas horas lo ocurrido en 1980 con el también republicano Ronald Reagan. Un actor de segundo orden, un hombre que parecía encarnar en la política un papel de cowboy como los que representaba en la pantalla y al que nadie decía tener intenciones de votar.
Sin embargo ganó; y seguramente mucho tuvo que ver en eso el hartazgo de los norteamericanos con la por entonces convencional clase dirigente que no lograba terminar con las guerras en el sudeste asiático ni abortar la crisis de los rehenes en Irán y mucho menos «domar» a una Unión Soviética que, aún cayéndose a pedazos, estaba en manos de los halcones de la KGB que conducía con mano de hierro Juri Andrópov.
Sin embargo en pocos años demostraría su firmeza y sobre todo su inteligencia para conducir un proceso que terminó con la caída del Muro de Berlín, puso a raya al fundamentalismo, limitó los excesos de Israel y convirtió a EEUU en una potencia hegemónica.
Y se convirtió en el presidente norteamericano más respetado en la historia del S.XX, lo que quedó demostrado en su entierro al que asistieron mandatarios del mundo entero -en actividad y contemporáneos de su administración- cuando millones de compatriotas se volcaron a las calles a rendir su homenaje.
Hoy parece apresurado pretender que algo similar está pasando; a Trump le falta aún aquello que Reagan hizo tan bien a juicio de sus compatriotas: gobernar. Tal es así que en 1984 fue reelecto con el 60% de los votos emitidos, lo que sigue siendo un récord absoluto en aquel país.
Y tampoco cuenta con aquella alianza casi secreta de Reagan con el polaco Juan Pablo II que desde el Vaticano lo ayudó a empujar hasta el derrumbe al muro que dividía a Europa.
El tiempo dirá. Por ahora parece que al menos cuenta con una ciudadanía que comienza a perder el temor a reconocer que muchas de sus exageradas posturas siguen siendo parte del verdadero «sueño americano».
Que habla de un mundo de iguales…en el que algunos son más iguales que otros.