El traslado de la Zona Roja es un disparate que no acepta análisis

Por Adrián FreijoEl proyecto del concejal Nicolás Lauría -¿del oficialismo o de la oposición?- es uno de los desmanes conceptuales más graves de la historia institucional de Mar del Plata.

No es ocioso preguntarse si el concejal Nicolás Lauría sigue perteneciendo al oficialismo de Juntos por el Cambio o, como sus compañeros de ruta del Partido Fe a nivel nacional, ya se ha pasado con bandera y banda a la oposición. Porque en el improbable caso de que el ex basquetbolista pretenda continuar en el espacio que lo llevó a la banca no puede entenderse que presente un proyecto que pondrá a todo un sector de la ciudad en contra del intendente…y vaya si con razón.

La idea de trasladar la Zona Roja a la diagonal Canosa, en las inmediaciones del estadio José María Minella puede encontrar apenas un par de explicaciones: el absoluto desconocimiento que Horacio García, flamante Secretario de Seguridad del Municipio tiene de la ciudad y sus realidades -cabe recordar que el funcionario viene de la CABA y jamás tuvo actividad pública alguna en Mar del Plata- y una brumosa intención del edil que, a fuer de mal pensados, pareciera pretender crear al intendente un conflicto que sin duda redundará en beneficio del Frente de Todos en los próximos comicios.

“Hoy la oferta y/o demanda de sexo ocurre en la vía pública sin delimitación espacial alguna, en horarios de circulación de vecinos en zonas residenciales, perturbando la tranquilidad y seguridad de los mismos; y generando grandes y numerosos inconvenientes. Esto no puede ocurrir en las puertas de los vecinos”, indicó Lauria, ignorando que en la zona propuesta también viven vecinos y además centenares de familias marplatenses envían a sus hijos a realizar actividades deportivas en los tres clubes deportivos, el Centro Municipal de Hockey, el Club San José y un club de voley, lo que convierte a la zona en la menos indicada para semejante despropósito.

“El proyecto no implica perseguir, maltratar ni hostigar a quienes eligen la actividad sexual como medio de vida, sino dar un marco de seguridad y salubridad.  Lejos de moralizar determinadas prácticas, se apunta a dar respuesta favorable y velar por los derechos de la comunidad en su conjunto respetando su diversidad”, dice Lauría en una chamusquina conceptual posmoderna que pretende disfrazar de respeto a la diversidad lo que no es otra cosa que fomentar la trata de personas, el tráfico de drogas y la corrupción policial. Tres elementos inevitablemente ligados a la prostitución, algo que debería conocer el «representante del pueblo» y sobre todo quien pretende, pomposa pero vacuamente, erigirse como el organizador de la lucha contra la inseguridad en General Pueyrredón.

Lo que el municipio debería hacer, y no lo hace, es plantear formal y fuertemente ante la justicia la necesidad de generar en la actual Zona Roja un operativo cerrojo permanente, que dure lo que tenga que durar, hasta liberar a los vecinos de la Avda. Jara del martirio al que están sometidos por una actividad ilegal. Pero para hacerlo hacen falta tres elementos que hoy, y desde hace décadas, parecen estar ausentes: decisión, compromiso con el cumplimiento de las leyes y desvinculación con cualquier forma de delito.

Años les llevó a los vecinos de La Perla erradicar la protegida prostitución del céntrico barrio. Años les consume a los de la zona de la terminal del ferrocarril conseguir resultados sobre un tema que, por lo obvio y grosero, no resiste la imagen de los ciudadanos suplicando por el ejercicio de sus derechos. ¿Comenzará ahora una nueva batalla en inmediaciones del estadio mundialista?.

¿Es que los marplatenses estaremos por siempre condenados a arrastrar nuestra impotencia frente a la violación sistemática -y en ocasiones grosera- de los límites legales?.

Cuando un gobierno -nacional, provincial o municipal- asuman una actitud semejante de cara a los vecinos, se terminaran los funcionarios improvisados que asumen responsabilidades para las que no están preparados tan solo con la finalidad de conseguir un conchabo bien pago y legisladores vacíos de contenido que ni siquiera son capaces de dejar en claro de que lado del mostrador político se encuentra.

Y seguramente los periodistas podremos dejar de escribir sobre lo obvio…