Por Adrián Freijo – La batalla política está lanzada. En el momento menos indicado los fundamentalistas salen a demoler a sus adversarios. Ni Alberto se salva del embate.
Horacio Rodriguez Larreta es la cara visible a la que apunta el fundamentalismo que desde hace décadas hizo fracasar a la Argentina como sociedad y como república. Porque si algo tenemos que aceptar es que esa manera cerril de entender la política no es nueva ni nació con el kirchnerismo; más bien esta nueva expresión del fanatismo sectorial -hundido en sus propios ideologismos y argumentaciones, tan lejos de la realidad como de la gente- es la versión actual del viejo drama de los «iluminatti» de la historia argentina.
Pero…¿tiene entidad el Jefe de Gobierno de la CABA para convertirse en blanco de los dardos afilados en el Instituto Patria?. Por cierto que no…tal vez en el futuro Larreta logre encabezar el lote de los que sostienen el mango de la sartén por un breve trecho, pero ahora no es más que el chivo emisario de un mensaje que está dirigido al corazón de Balcarce 50 y que le recuerda al presidente que, más allá de las «corona-encuestas» que hoy lo muestran alto, rubio y amado, este proyecto político no fue pergeñado para su lucimientos sino como transición para que la verdadera dueña del espacio retomase, de la mano de los meandros institucionales, lo que de ninguna manera podría alcanzar en el mensaje de las urnas.
La semana estuvo plagada de señales en ese sentido. Con Cristina apoltronada en la centralidad de una sesión en el Senado de la Nación en la que hizo y deshizo a su voluntad, los organismos de control del estado -todos en manos de acólitos de la ex presidente- allanando el camino a la tan ansiada impunidad y tanto su hijo Máximo como el gobernador Axel Kicillof retomando el estilo de la crispación y la pelea que tan cómodo resultaba al espacio en los años de oro, los argentinos tuvimos un deja-vu que nos recordó que todo está como era entonces.
Si hasta los poderosos caciques del conurbano, que hasta ayer parecían dispuestos a jugar las cartas a favor de Alberto para neutralizar el temido poder de La Jefa y sus muchachos, terminaron subiéndose a la estrategia de la confrontación emprendiéndola contra el jefe de la CABA y siendo útiles a la vuelta de la pelea y la descalificación del adversario, aunque ello ocurra en medio de un drama social como es la pandemia que da marco a la Argentina actual.
Sin embargo Axel Kicillof -que incomoda al gobierno central con su decisión de avanzar en el default de la deuda provincial que prácticamente agotaría cualquier posibilidad de un acuerdo del gobierno nacional con los acreedores- debería cuidar un poco sus espaldas. Contra lo que muchos operadores políticos y periodísticos quieren hacerle creer él no es el elegido de Cristina; tan solo juega el papel de escudero del proyecto de fondo que ya tiene nombre y fecha: Cristina 2023-Máximo 2027. Todo sujeto a una situación frágil, inestable y que puede desbarrancar de la mano del deterioro económico, la explosión social y el apresuramiento de algunos que quieren dar por terminado el tiempo del cristinismo en el país. Lo que sería un error imperdonable…
Deberá acostumbrarse Rodriguez Larreta a recibir cascotazos con destino ajeno. Para evitarlo tendría que alejarse de una relación personal y funcional con el presidente que hoy es de utilidad mutua.
Para el hombre del PRO representa una imagen de liderazgo y madurez política que contrasta con la de los fedayines de su propio espacio que prefieren apostar a la implosión del gobierno nacional, encabezados por el ex presidente Mauricio Macri y el inasible Marcos Peña, que lejos está de haber dado un paso al costado..
Y para Alberto Fernández significa proyectar la cara civilizada de un peronismo que, en manos de sus adversarios internos, no podrá cerrar la grieta y tendrá además que lidiar con una situación económica y social explosiva. Las permanentes encuestas que ordena le dejan en claro que la gente acompaña a presidente dialoguista y se aleja de aquel a quien percibe como un simple engranaje de la crispación.
En el medio de esta pelea, cada vez menos sorda, Guillermo Montenegro deberá hacer equilibrios propios de un fino político. ¿Estará a la altura?, ¿podrá completar un curso acelerado de zancadillas que le permitan ese flujo y reflujo de cercanía y alejamiento que será imprescindible para no ser atropellado por el embate de los elefantes?.
Desde un posición de gran debilidad -las cuentas municipales están al rojo vivo y la sugerencia de ajustar por el lado de los salarios del personal -justo él, que en campaña se llenó la boca afirmando que el recorte a los docentes era un disparate- tendrá que serenar el frente interno para poder administrar con cintura y habilidad el externo. No parece ser un camino sereno…ni mucho menos.
Los tiempos se acelerarán, la realidad irá marcando más que nunca el escenario, y las angustias de la gente pondrán el marco emocional en los meses que vienen. Pero los fundamentalistas del conflicto ya salieron a la cancha, no están dispuestos a esperar un día más y vuelven con todo y al grito del «vamos por todo».
Aunque en la Argentina de hoy el «todo».…se parezca mucho a nada.