Redacción – 36 son los distritos más grandes de la provincia en los que Vidal piensa sostener un triunfo imprescindible en octubre. Pero el único en el que no encuentran «la vuelta» es el nuestro.
María Eugenia Vidal ya tiene diagramada su estrategia electoral: concentrará sus fuerzas en los 36 distritos más importantes de la provincia, en los que supone que un triunfo le dará en octubre el aire que necesita para enfrentar -con mucha más dureza que hasta ahora- los temas de fondo de su gobierno.
Sabe que una derrota no solo pondrá en riesgo la gobernabilidad -si hay un peronismo que espera con las fauces abiertas es el bonaerense y, sobre todo, el del poderoso conurbano tan habituado a voltear gobiernos buscando un atajo para volver al poder- sino que arrasará con sus planes personales de convertirse en la sucesora de Mauricio Macri.
“La desventaja es que todavía no tenemos candidato, pero la ventaja por sobre el resto es que ya tenemos el auto preparado y estamos terminando de afinarlo para sacarlo a la pista. Los demás, aunque pueden tener algunos pilotos dando vueltas, no tienen el auto”, expresa alguien cercano a Vidal, sintetizando una previa electoral que, vale decir, es más ‘presente’ que ‘previa’.
El uno de la lista puede ser para José María Campagnoli, Elisa Carrió, Esteban Bullrich, Jorge Macri, Facundo Manes, Gladys González o algún tapado. No importa demasiado. Lo cierto es que cualquiera de ellos, con Vidal como madrina, deberá recorrer y mostrarse en los treinta y seis distritos más importantes de la provincia de Buenos Aires.
Del uno al treinta y seis, el primero es La Matanza y el último es Azul. En esos municipios, se realizará un constante seguimiento de todo lo que sea medible: imagen de los candidatos, entrega de casas, escritura de viviendas, obra pública local y provincial, avance del Procrear, aceptación del programa Acercarte y cuántas veces estuvieron Vidal y el resto de los ministros, entre otras cosas.
Pero en los informes previos un gran dolor de cabeza aparece en el horizonte: General Pueyrredón, imprescindible para consolidar el ansiado triunfo, marca hoy la seguridad de una derrota inevitable, salvo que una vez más la tijera funcione a full y el corte de boleta -un clásico lugareño- permita un triunfo en el tramo legisladores nacionales, aún en el contexto de una debacle lugareña.
Claro que ello obligaría a una campaña en la que el vapuleado intendente local -hoy con una imagen negativa del 73% promedio en todas las encuestas que manejan en La Plata- no apareciera ni en figuritas.
Eso le aconsejan los constructores de la campaña a Vidal, al mismo tiempo que le informan que la situación de deterioro de la figura de Carlos Arroyo es inevitable y que por otra parte subirlo al bus de la campaña es correr todo el tiempo el riesgo de sus absurdas declaraciones que a veces divierten pero siempre «piantan votos».
Saben cerca de Vidal que será necesario redoblar los esfuerzos en el distrito, llenar de anuncios y obras el tiempo que viene, pero dejar en claro que el tiempo de Zorro Uno ha llegado a su fin. «Lo acompañaremos para que termine su mandato, siempre y cuando no se vaya demasiado de cuadro» dicen en las usinas de Cambiemos, pese a que algunos popes como Durán Barba sostienen que lo más conveniente es sacárselo de una vez de encima y comenzar un armado lógico de cara al 2019.
Así las cosas, la gobernadora deberá resolver como hacer para que el «36» no quede reducido a «35» de manera inevitable. Se vienen decisiones difíciles y, tal vez, desesperadas.