En el «granero del mundo» hay argentinos mal alimentados

(Escribe Dr.César A. Lerena)El alimento ingerido por el hombre, aporta al organismo la energía para el desarrollo y el placer de alimentarse.

descarga (3)El alimento es una sustancia que ingerida por el hombre y la mujer, aporta a su organismo la energía necesaria para el desarrollo de sus procesos biológicos y el placer de alimentarse.

Incluye el agua y otras sustancias que se ingieren por hábito, tengan o no valor nutritivo.
La salud es un Derecho Constitucional y las normas nacionales e internacionales nos indican,  que la alimentación debe ser suficiente, inocua y sana. Sin embargo poco de ello ocurre en  la Argentina, donde consumimos alimentos con agroquímicos; anabólicos; hormonas; antibióticos; metales pesados; plaguicidas; tranquilizantes, etc. todos contaminantes que rechazan los consumidores europeos. Además de ello, nos alimentamos con productos transgénicos y con aditivos artificiales.
Hay más de trescientas enfermedades que se transmiten a través de los alimentos que son según la OMS la mayor causa de carga económica, sufrimiento humano y muerte.
El acceso al agua, es un derecho fundamental, vinculado a la vida digna y a la salud. Según UNICEF, “a nivel mundial cerca del 88% de las defunciones por diarrea se atribuyen a la mala calidad del agua, al saneamiento inadecuado y a la higiene deficiente; y en la Argentina, este vital elemento está gravemente restringido. En los hogares pobres, el 25% no tiene agua potable de red dentro de la casa, proporción que aumenta al 33% entre los indigentes. De acuerdo a ello, habría unos 350 mil hogares (unas dos millones de personas) sin agua potable.
Esta realidad se da más intensamente en el Norte del país y en el Conurbano Bonaerense; precisamente, donde la mortalidad infantil presenta una incidencia mayor. En esta última área el agua contiene valores de arsénico superiores a los establecidos en el Código Alimentario Argentino. Este gobierno lo sabe ya que en el año 2012 prorrogó por cinco años la aplicación de esta norma, como si por Decreto se pudiese evitar la contaminación.
Si se desea una primera equidad alimentaria, deberían ser provistos en forma gratuita un mínimo de 60 litros de agua potable por día a cada persona que se encuentre desempleada, jubilada o pensionada, y a los trabajadores que perciban una remuneración que no supere el salario mensual mínimo. Al Plan del Estado debería acompañarlo la solidaridad de los argentinos que consumen unos 300 litros diarios.
Se transmite como un mito, pero es una cruel realidad. La Argentina no puede exportar carnes a Estados Unidos y las que no puede exportar a Europa porque exceden el contenido de residuos químicos no se decomisa, sino que la consumen los argentinos. A su vez, la hacienda producida en establecimientos agropecuarios a los que se les retiró la habilitación por detectarse residuos químicos en las carnes faenadas, se envía a los frigoríficos consumeros, cuyas carnes se consumen en el mercado interno.
Por su parte el control microbiológico de las hortalizas que realiza sobre la producción nacional el SENASA se limita a unas pocas especies, es incompleto y absolutamente insuficiente en relación a los más de cinco millones de toneladas consumidas anualmente por los argentinos. En el año 2013 el Plan CREHA Vegetal realizó sólo 260 muestras y a los hogares, fábricas y restaurantes las hortalizas llegan con una carga microbiana muy superior a la autorizada por el Código Alimentario Argentino.
Contrario a la creencia popular, no es en Estados Unidos donde se consumen más gaseosas.