Por Adrián Freijo – ¿Otra forma de escapar hacia adelante?. El presidente viaja a Europa para buscar apoyo externo por el tema de la deuda y la bendición de Francisco por la fragilidad política interna.
Hasta sus más cercanos colaboradores no logran esconder la preocupación que genera el deterioro físico y anímico de Alberto Fernández. Cansado, irritable, con claros síntomas de desorientación en cuanto al camino político más provechoso a seguir, el presidente ya no puede ocultar la debilidad de su gestión, el sordo enfrentamiento que lo tiene como actor pasivo de las luchas por el poder y la sensación, propia y generalizada, de que más temprano que tarde deberá ceder más porciones del poder formal si quiere no terminar aislado por su propio partido como le ocurriese a Arturo Illía en los 60 o a Fernando de la Rúa en los albores de este siglo.
Y empujado por los propios ha resuelto ahora tomarse un respiro e improvisar -nunca mejor dicho- una gira europea que se escuda en grandes pretextos y pequeñas realidades. De hecho, hasta 48 hs antes de partir, la agenda del presidente no estaba cerrada y aún en vuelo pueden llegar a producirse cambios importantes.
El gobierno encarará una iniciativa al más alto nivel político para posponer el vencimiento con el Club de París de mayo, y negociar un acuerdo para la reprogramación de la deuda con el Fondo Monetario Internacional (FMI) contraída durante la gestión de Mauricio Macri.
Y en ese sentido las reuniones pautadas representan para los anfitriones todo un incordio: una cosa es recibir a Martín Guzmán, lo que ya estaba acordado como un encuentro de rutina, y otra muy distinta que quien caiga como peludo de regalo sea el mismísimo primer mandatario, con todo lo que ello representa de protocolo y de pérdida de tiempo. Lo que iba a ser un tiempo de trabajo se convierte así en un «rendez-vous» poco productivo y mucho más expuesto…
El presidente mantendrá encuentros con los mandatarios de Portugal, España, Francia e Italia, y con el Papa Francisco, en el Vaticano. Con los jefes de estado hablará de la cuestión de la deuda -aunque sea obvio que ninguno de ellos tiene injerencia sobre las decisiones del Fondo- y, en el caso del Club de París, la posición de Macrón, tratando de suspender el encuentro hasta último momento, adelanta un apoyo de ocasión, un llamado a la buena convivencia y al diálogo…y no mucho más.
Ya entró a correr el vencimiento del Club París por US$ 2.400 millones, y que tiene un plazo de hasta fin de julio para ser considerado como un eventual incumplimiento. Nada puede hacer el francés al respecto.
Alberto sabe que el problema de la deuda argentina no depende de ninguna gira sino de lo que en definitiva resuelvan los dueños de la economía occidental que son Estados Unidos y Alemania.
Una iniciativa parlamentaria, bajo el nombre de «Una Contundente Respuesta Global a la Pandemia del Covid-19», establece que la Secretaría del Tesoro de EEUU reclame también al FMI que «relaje los objetivos fiscales de todos los programas» acordados o por acordar con «los países que están buscando financiación» en ese organismo multilateral, mientras la pandemia continúe. Del avance o fracaso de este proyecto depende el futuro inmediato de las necesidades financieras de nuestro país.
Por su parte, en Roma, Guzmán participará en un seminario internacional sobre la deuda donde confirmaron su presencia la titular del FMI, Kristalina Georgieva, el Premio Nobel Joseph Stiglitz, mentor intelectual de nuestro ministro, y el enviado especial de Estados Unidos para el clima, John Kerry, entre otros. El norteamericano podría convertirse en un elemento central de la estrategia nacional ya que su llegada a Biden, dicen los expertos en la política del norte, es mayor y más determinante que la de cualquiera de los otros colaboradores del presidente.
El Fondo confirmó que continúan las negociaciones con la Argentina de manera constructiva, al tiempo que señaló que el ministro de Economía, Martín Guzmán, es en la actualidad su «contraparte» en estas discusiones para alcanzar un acuerdo por la reprogramación de la deuda por US$ 45.000 millones. Los habituales lectores de la letra chica sostienen que la definición encierra todo un mensaje para la gira presidencial: no hay discurso político de ocasión o bendición papal que aparte al organismo de la exigencia técnica de un fuerte ajuste fiscal para avanzar en la negociación.
Y por último...el Papa argentino.
Hasta último momento la nunciatura apostólica -embajada del Vaticano en la Argentina- redobló esfuerzos para que el encuentro no se realizara. Y es que Francisco no quiere quedar en el medio de la disputa interna del kirchnerismo y cree que Alberto va a Roma a buscar un poco de aire político para su debilidad actual.
La insistencia del presidente, a través del canciller Felipe Solá que será parte de la comitiva, y el deseo de que su prudencia no se tomara como un desaire, hizo que el pontífice terminase aceptan una reunión que más allá de la cordialidad no dejará ningún pedido especial del Papa que tenga que ver con la realidad argentina. Salvo, claro está, su insistencia global en materia de cambio de reglas financieras en el mundo y su pedido de una liberación momentánea de las patentes de fabricación de vacunas contra el COVID 19.
Así sería Alberto el que acompañara a Francisco y no el pontífice quien sostuviese al presidente. Una forma de decir las mismas cosas…pero en oídos diferentes.
Allí va entonces la «Armada de los Débiles» -que también integra el secretario de Asuntos Estratégicos Gustavo Beliz, otro que hoy está en la mira de los cañones que apuntan desde el Instituto Patria- con la única intención de tomar un poco de distancias del infierno cotidiano. No son pocos los que, irónicamente, se preguntan si el presidente aprovechará el viaje para comunicarles a Guzmán y a Solá que sus respectivos boletos ya están picados.
Y tratar de renovar la distancia que le permita recorrer el propio…