ENTRE VIVOS E INCAPACES

El gobierno no acierta ni con las medidas ni con el mensaje. Crece la sensación de que se ha perdido el timón y la economía del país está al garete. Y para completar, las internas están al orden del día.

El mundo, ese que hasta hace poco más de un mes apostaba por Argentina, no puede dar crédito a lo que ven sus ojos: un país que se complica a cada hora, un gobierno que no acierta ni con el diagnóstico ni con las medidas y un horizonte preocupante si tenemos en cuenta que los tres parámetros de la historia negra de la Argentina aparecen hoy fuera de control.

Una inflación que superará los 3o puntos, un dólar que parece no tener techo y una tasa de interés por arriba del 50%. Explosivo, incontrolable…difícil aún para quien sepa realmente de economía, lo que no ocurre con ningún funcionario del gobierno de Mauricio Macri.

La última semana ha sido un muestrario acabado de esa desorientación. Medidas que se toman y se derogan a las pocas horas, declaraciones encontradas entre quienes se supone deben tranquilizar a los mercados, cálculos a los que la realidad hace volar por los aires, y sobre todo la ajada imagen de un gobierno que no sabe para donde disparar.

Si hasta la oposición estira su paciencia hasta el infinito y envía señales de que, con algunas condiciones innegociables entre las que figura aflojar un poco la presión sobre la gente, está dispuesta a colaborar en la gobernabilidad. El peronismo sabe que empujar a Macri al abismo supondría hacerse cargo de un país en llamas cuya situación social lo volvería ingobernable.

En el fondo supone que 2019 encontrará a Macri desgastado, a sus posibles delfines fuar de carrera…y las cuentas públicas mucho mejor de lo que Cristina las dejó en 2015. Conseguido, claro está, con un ajuste brutal que ya no tendría que seguir el nuevo gobierno.

Si a esto se le suma una leve pero constante recuperación de los precios de los commodities, el escenario es ideal. ¿Para qué apurarse?.

Frente a este escenario el gobierno no tiene respuesta, no reacciona. Y ahora le agrega las peleas internas a esa fragilidad que cruje hasta el punto de asemejarse a una cercana explosión. O implosión, si la impericia y soberbia de sus principales espadas termina por hacer volar todo por los aires.

País extraño este, los que llegaron con ínfulas de ser la eficiencia y el cambio se caen a pedazos sin atinar a otra cosa que manotazos de ahogado propios de nadadores principiantes. Y los que históricamente actuaron como un elefante en un bazar, esperan pacientemente que los que están arreglen las cuentas como sea para que las disfruten los que vienen, o sea ellos.

Claro que unos y otros juegan en la cornisa del abismo.