El trabajo doméstico y de cuidados no remunerados (TDCNR) es el sector que más aporta a la economía, estimado en un 15,9% del PIB, por arriba del 13,2% de la industria y el 13% del comercio.
El trabajo doméstico y de cuidados no remunerados (TDCNR) es el sector que más aporta a la economía, estimado en un 15,9% del PIB, por arriba del 13,2% de la industria y el 13% del comercio, según el cálculo realizado por la Dirección de Economía, Igualdad y Género (DNEIyG) del Ministerio de Economía.
Estos datos aportan a dimensionar el contexto de las mujeres en el mundo del trabajo. Al ser las principales cuidadoras de la sociedad, disponen de menos tiempo para realizar trabajo remunerado o actividades que contribuyan a su formación y profesionalización que le permitan luego acceder a mejores empleos.
La Encuesta Nacional sobre Uso del Tiempo (ENUT, 2013) midió por primera vez la cantidad de horas que utilizan varones y mujeres a las tareas domésticas y de cuidados no remunerados. Las diferencias que se encontraron por género marcan la dimensión estructural de las desigualdades con las que se encuentran las mujeres a la hora de ingresar al mercado de trabajo.
Según esta encuesta, las mujeres realizan más del 75% de las tareas domésticas no remuneradas. El 88,9% de las mujeres participan de estas tareas y les dedican en promedio 6,4 horas diarias. Mientras tanto, sólo el 57,9% de los varones participa en estos trabajos, a los que les dedican un promedio de 3,4 horas diarias.
En tanto, el aporte por género del trabajo doméstico y de cuidados no remunerado al PIB es desigual: el 75,7% proviene de tareas realizadas por mujeres. Es decir, las mujeres realizan más de las tres cuartas partes de este trabajo y, de este modo, dedican, el total de ellas en su conjunto, 96 millones de horas diarias de trabajo gratuitas a las tareas del hogar y los cuidados, de acuerdo al informe de la DNEIyG.
La titular de la Dirección Nacional de Políticas de Cuidado, Lucía Cirmi Obón, dijo a Télam que «los varones no colaboran en el cuidado ni en las familias ricas ni en las familias pobres. La diferencia es que en las familias ricas, las mujeres pueden contratar servicios de cuidado y seguir trabajando ellas y seguir creciendo».
«En cambio, las mujeres pobres, no pueden hacer eso, no encuentran vacantes públicas muchas veces y tienen que quedarse ellas cuidando, lo cual no está mal, pero en esta sociedad el tiempo es plata y quedarte cuidando gratuitamente es perder plata», explicó la economista feminista.