(Redacción) – Mientras los gobernantes miran para el costado los ciudadanos sufren una violencia irracional que como mafia se organiza desde el grupo familiar e instala el miedo y la impunidad.
No solo la justicia por mano propia se ha instalado entre nosotros por la falta de presencia de un estado inútil. También «la familia vengadora» como respaldo de los delincuentes es ya un clásico en los casos en los que uno de ellos es abatido durante una de sus fechorías.
«Estaba trabajando»; este disparate propio de la sinrazón es repetido por familiares y amigos de los delincuentes cada vez que la muerte alcanza a un malviviente, producida por las fuerzas de seguridad o por la propia víctima. Y en esa actitud de justificar lo injustificable e igualar el delito con la laboriosidad, esos mismos allegados se sienten con derecho a reiterar el «ojo por ojo y diente por diente» e ir por la vida del matador o de sus familiares.
Algunos parientes y allegados al ladrón abatido en un asalto fueron anoche al HIGA a buscar al comerciante para tomarse venganza, aunque la intervención policial lo evitó.
El incidente se produjo poco antes de la medianoche en la guardia del Hospital Interzonal en donde el dueño del minimercado del barrio Los Pinares recibía atención médica por la herida de bala sufrida en su espalda.
Ya en la noche del viernes algunas personas se habían acercado al lugar del hecho y proferido amenazas y jurado venganza.
Por estas horas se mantiene una custodia en el negocio de Falkner y Ortega y Gasset para disuadir cualquier tipo de agresión que pueda estar dirigida al hombre que mató al delincuente.
El joven muerto de al menos dos disparos en la cabeza era conocido en los barrios Los Pinares y Villa Primera por su apodo “Cototo” y además por formar parte de un sector de la hinchada del club Quilmes.
En el medio, la ausencia del estado; que no sirve para prevenir ni tiene capacidad para castigar las violaciones a la ley. Que pone a sus ciudadanos en la encrucijada de matar o morir y luego los abandona a su suerte frente a estas verdaderas asociaciones ilícitas que son los grupos familiares de formación delincuencial.
No nos engañemos; ya no se trata de delincuentes y/o gente honesta: hoy la realidad pasa por núcleos sociales completos entregados al delito y otros tantos -a veces debemos sospechar que numéricamente inferiores- que creen aún que la vida pasa por el trabajo, el estudio y la convivencia.
Unos y otros comienzan ahora a enfrentarse en el terreno de la violencia, lo que estaría poniendo en evidencia que los delincuentes lograron una ventaja ya que pese a la notoriedad de casos como el que nos ocupa ahora o el del médico justiciero en el Gran Buenos Aires, la mayoría de las veces la víctima es el ciudadano honesto que cae abatido durante un intento de robo o frente a una ordalía de violencia criminal que no tiene otra intención que la de dañar al semejante.
Las instituciones de la comunidad organizada miran mientras tanto para otro lado, protegen con absurdas leyes a los delincuentes y entregan a miles de personas en manos de una violencia de la que solo podrán defenderse por sí solas.
Un disparate, uno más, de este tiempo sin moral y sin dirigencia. Que debe llegar rápidamente a su final…