Festival de Cine: siguen las sorpresas del reino de la mediocridad

Carteles estrafalarios, «patitos» inflables, artistas de dudoso cuño que cobran fortunas por obras de jardín de infantes y estructuras que se caen al primer viento. ¿Quién se quedó el vuelto?

Ráfagas de unos 25 kilómetros por hora, una velocidad que, si bien no parecía ser para asustar a la población, alcanzó para derribar la estructura que los organizadores del Festival Internacional de Cine suelen colocar en la rambla para promocionar el evento-.

El sábado a la mañana, trabajadores del festival se apuraron para quitar de la rambla los caños y materiales y así evitar posibles accidentes, aunque todos coincidían en afirmar su sorpresa por la precariedad de la instalación: «estos caños los tiran con un soplido…¿a quién se le puede ocurrir ponerlos en un lugar tan transitado?».

A pocos metros el esperpento instalado sobre uno de los lobos de piedra de la histórica rambla, daba cuenta de una «tomada de pelo» que seguramente ha costado mucho dinero para pagar «el arte» de un creador que pareciera estar cursando las últimas materias de «salita de tres» de cualquier Jardín de Infantes.

Por toda la zona céntrica, los ilegibles carteles promocionando el encuentro, con la opacidad de sus letras a flor de piel y centenares de residentes y turistas preguntando de que se tratan esas enclenques estructuras.

Si hasta el intendente, tan afecto a apropiarse de obras y actos ajenos, se apresuró a despegarse del incordio, publicando en redes sociales que: «Comunicamos que el municipio no participó ni fue ideólogo de la intervención realizada por el Festival de Cine sobre uno de los Lobos de la Rambla que es jurisdicción provincial».

Nadie quiere quedar «pegado» a lo que a todas luces no se trata solo de una falta de criterio sorprendente, sino que pinta para convertirse en un verdadero escándalo de corrupción.

¿Cuánto costó la frágil estructura que pudo haber caído sobre la cabeza de los paseantes?, ¿cuánto se le pagó al  «artista de fama internacional» que desparramó su creatividad por las costas marplatenses inflando un patito de plástico para colocar en torno a la histórica cabeza de piedra del impávido lobo marino?; ¿y los carteles publicitarios?…¿qué precio se abonó por ellos?

Alguien tomó por tontos a los organizadores, a las autoridades del festival, a las de Mar del Plata y, en fin, a todo el mundo.

¿Le importará a alguien?