Por Adrián Freijo –El veterano ex jefe montonero salió a avalar la posición del kirchnerismo, criticando el acuerdo con el FMI. Aquellos izquierdosos de antaño aliados a estos burócratas progre.
Mario Firmenich -que aún le debe a los argentinos un centenar de explicaciones y pago de viejas deudas- salió de su ostracismo para acompañar la postura de las nuevas estrellas del mundo dibujado con crayón robado que, como parte de la continuidad de aquella historia que también fue relato, aunque entonces sangriento, pretenden seguir aferrados a ideologías que ni en los momentos de mayor apogeo de sus cultores pudieron conseguir el poder de otra forma que no fuese desconociendo la voluntad popular.
El hombre que despreció un resultado electoral que ungía a Juan Domingo Perón como presidente con el 62% de los votos emitidos y ordenó asesinar al dirigente José Ignacio Rucci para «enseñar» al líder quien mandaba realmente en la Argentina, vuelve a las andadas pidiendo que «el pueblo decida sobre la deuda», a pocos meses de que más del 70% de los argentinos rechazara esta patética versión progresista y flojita de papeles en materia de cuidado de la cosa pública a la que a empellones Cristina y los suyos quisieron, y quieren, arrastrar al incompetente presidente de los argentinos.
“El gobierno nacional anunció un acuerdo con el FMI que nadie ha leído porque aun no está escrito. Algunos se apresuran a decir que fue ‘el mejor acuerdo con el FMI jamás firmado’, que ‘no exige ningún ajuste’, que ‘gracias al acuerdo Argentina se salvó de la catástrofe’. Son frases ingenuas, porque no existen los acuerdos de facilidades extendidas con el FMI sin ajuste. El falso dilema que plantea este debate superficial es: ¿nos suicidamos con el balazo del default o preferimos la enfermedad terminal del acuerdo con el FMI?”, comenzó Firmenich en una extensa columna de opinión publicada por la agencia de noticias Paco Urondo.
Argumentos copiados de aquellos 70 perdidos a sangre, ideología y fuego, y que muestran medio siglo después que la estrategia sigue siendo la misma: plantear el debate a partir de una afirmación falsa, lo que vicia el resto de la argumentación. Un sofisma, dirían los entendidos…
A continuación el ex»comandante» de un ejército de jóvenes enviados a la muerte como parte de su acuerdo con el poder militar de entonces que le permitió a él salvar su vida y una parte nada despreciable del dinero conseguido por el secuestro de los hermanos Born mientras entregaba los nombres de quienes regresarían al país para la pomposamente bautizada Contraofensiva Montonera que no fue otra cosa que una masacre consensuada entre las conducciones teóricamente enfrentadas de militares y guerrilleros, pretende como al descuido incluirse como parte de una dirigencia política moderna y vigente.
“Es inadmisible que dirigentes políticos populares nos propongan semejante falsa opción. El dilema real, en que no podemos elegir, es desarrollarnos sustentablemente con un Proyecto Nacional basado en un nuevo Contrato Social o morir como Nación soberana”, afirmó. “Es una falsa opción decir que ‘si rechazamos el acuerdo con el FMI nos caerá una catástrofe’ y que ‘si aceptamos el menos malo de los acuerdos, sufriremos pero nos salvamos’ concluye.
Pero ya en el paroxismo de su legendario mesianismo –o tal vez solo por el paso de los años y el peso de su conciencia– pretende indicar el camino que justamente despreció durante su corta pero sangrienta vigencia en la vida nacional.
» Los límites de la autoridad del Poder Ejecutivo ante la soberanía popular están definidos en el Ar.t 29 de la Constitución Nacional. Es más que claro que una mayoría relativa de legisladores y mucho más una sola persona ejerciendo el Poder Ejecutivo carecen de facultades para empeñar la vida y la fortuna de 45 millones de argentinos. Y si lo hicieran, merecerían la pena de los infames traidores a la patria. El Art. 40 de la Constitución autoriza la aprobación de leyes en consulta popular vinculante y también autoriza la convocatoria de consultas populares no vinculantes” sostiene.
¿Consultó al pueblo para disponer la muerte de Aramburu?, ¿de Rucci?, ¿de Mor Roig?. ¿Llamó a consulta popular para llevar adelante sus atentados, secuestros, crímenes y tomas violentas de reparticiones públicas, comisarías y cuarteles?.
Aquella actitud criminal de los 70, acompañada por la aún más perversa del terrorismo de estado que terminó por encontrarlos en una zona común, a espaldas de la sociedad a la que tomaron como rehén de sus delirios, parece querer trocar ahora en la construcción, cuando no, de un nuevo relato de la historia en la que la opinión de la sociedad pareciera ser lo importante.
«Es el pueblo soberano el que tiene que tomar la decisión sobre una deuda externa que compromete gravemente el futuro de la Nación, del bienestar social y de la paz social”, opinó «este» Firmenich, pretendido mutante de aquel que gozaba vestir uniforme militar en sus tiempos de plomo.
Pero como en su mundo de fantasmas y ficciones la utopía sigue confundida con la ensoñación, el capo de los viejos montoneros y ahora desembozado socio de los ladri-progresistas que como aquellos creen que el mundo está a disposición de los delirios patrios argentinos, culmina su larga carta -no casualmente el que parece ser ahora el modo elegido para comunicar por el sector ideológico que sigue pretendiéndose iluminado- en el que propone alegremente pagar pero sin interés alguno, ya que al amado pueblo no se le consultó para tomar la deuda: «Efectivamente corresponde devolver al FMI los 44.000 millones de dólares que entregó, pero no corresponde que paguemos ni un centavo de intereses por un préstamo que nunca aceptamos. Por la misma razón, no tendríamos obligación de hacer ningún “acuerdo de facilidades extendidas” con el FMI para refinanciar lo que nunca existió legalmente” sostiene.
¿Valdrá la pena explicarle a este señor que, aún en el error y hasta en el horror, el estado es la sociedad jurídicamente organizada y que por lo tanto sus actos tienen legitimidad, legalidad y plantean aquello de la continuidad jurídica de los mismos?. Sería inútil; ello lo plantea la Constitución Nacional, que nunca pereció ser el fuerte de Mario Firmenich.
El viejo y raído fantasma del pasado asoma desde una gastada sábana que un día pretendió ser bandera para sumarse a la estrategia de sus discípulos juveniles, acostumbrados a envolverse bajo sedosas capuchas que todos pagamos para que ellos sigan jugando a la revolución de la nada.
Lo que sería cómico si no fuese que uno nos llenó de sangre y muerte y los otros nos atiborran de pobreza, exclusión, drogas y desesperanza.
Algo que nada tiene de gracioso—