FRANCISCO Y SU AGENDA PERONISTA

Jorge Bergoglio nunca ocultó su adhesión al peronismo, y ya Papa tuvo una actitud condescendiente con el gobierno de Cristina. Su rosario regalado a Milagros Sala lo pone otra vez en controversia.

¿Está mal lo que hizo el Pontífice enviando un obsequio de alto contenido testimonial a la piquetera detenida?; ¿es prudente que el jefe de la Iglesia Católica se exprese de tal manera?; ¿presión sobre el gobierno?, ¿sobre los jueces?, ¿imprudencia?. ¿Definición política?.

Para entender lo ocurrido es importante recordar que el Papa solo es infalible en cuestiones de dogma. Por tanto criticar sus actitudes políticas, su forma de expresarse o su manejo de la relación con los fieles no solo no está mal sino que es parte del derecho de los católicos.

Todos los Papas tomaron actitudes políticas y todas ellas fueron siempre criticadas.

Pío XII levantó poco la voz para descalificar al nazismo, buscan de esa forma poner a salvo al Vaticano. Pero mucho hizo «por abajo» para ayudar a los perseguidos por Hitler y sus secuaces.

Juan XXIII resolvió que la gente común entrase a la Iglesia por la ventana del Concilio Vaticano II para terminar con el carácter principesco de la institución. Con ello despertó la ira del poder mundial desde adentro y desde afuera de la propia estructura.

Paulo VI decidió que el este comunista ya no era un enemigo y buscó el equilibrio que no encontraba en la propia Iglesia. Desde Occidente le llovieron críticas y el apodo del «Papa comunista».

Juan Pablo II fue fundamental en la caída del Muro de Berlín y consagro a Lech Walesa como líder indiscutido de Polonia. Desde medio mundo se cuestionó su actitud y se lo tildó de agente de la CIA.

Benedicto XVI, asustado por la «mundanidad» de su Iglesia, pretendió apartarla de la gente común y convertirla en una cáscara litúrgica vacía, distante y plena de secretismo. Ello favoreció la inmoralidad interna, expulsó a los fieles por millones y la puso en el ojo de la tormenta universal hasta obligar al Papa a dar un paso al costado.

Si Francisco define aspectos de la eucaristía, la palabra de Dios o los sacramentos...a callarse. Pero si habla de política, fútbol o recetas de cocina y su opinión no nos gusta, tenemos todo el derecho a criticarlo sin correr por ello riesgo de excomunión.

Bergoglio no lo quiere a Macri ni comparte los lineamientos de su gobierno y es claro que no olvida detalle para hacérselo saber todo el tiempo. La próxima entrevista que tendrán en el Vaticano fue más hablada y manoseada que ronda de mate; y seguramente no superará el signo de lo formal.

Francisco está en todo su derecho a tener esa actitud, Macri también y nosotros a tomar posición por uno u otro. Son cuestiones políticas y, salvo por su posición universal, el pontífice no tiene privilegio alguno para expresarse que el que pueda tener cualquiera mortal.

Por eso lo de Milagro Sala no puede sorprendernos ni debemos tomarlo más allá de lo que representa: una cuestionable imprudencia de Jorge Bergoglio (a) Francisco.

Cuestionable porque es materia opinable e imprudencia porque se trata de una persona que está siendo sometida al imperio de la justicia y por lo tanto no es bueno que un mandatario extranjero interfiera en la cuestión.

Nada más. Lo otro, la adhesión del ex Arzobispo de Buenos Aires al peronismo y al kirchnerismo, ha sido tan explícita que no merece siquiera ser analizada.

Pero es un problema de Bergoglio; no de la Iglesia ni de la investidura pontificia.