Gobierno municipal: la interna de la interna está al rojo vivo

Redacción Pelea con la provincia, pelea con los concejales, pelea entre secretarios; todo es pelea y fragor en torno a la figura de Arroyo. La falta de proyecto y conducción hace estragos.

La paz conseguida en la reunión entre el intendente y los concejales de Cambiemos en las horas posteriores a la conciliación obligatoria con los concejales se pareció más a las que suelen intercambiar familiares que hace mucho que no se ven al abandonar el velorio de algún pariente. «Llamémonos», «que no pase tanto tiempo sin vernos», «no puede ser que siempre nos encontremos en las malas», «tenemos que juntarnos» y cosas por el estilo, suelen quedar a la espera de otra desgracia para una nueva reunión y las mismas promesas.

Porque al igual que en esas familias a las que no le surge naturalmente la necesidad de encontrarse, entre los ediles y el intendente hace mucho que se murió el afecto societario. Arroyo es un cultor del personalismo gobernante y los concejales suponen un conjunto variopinto de partidos, ideologías y sobre todo ambiciones.

A nivel nacional Cambiemos es una alianza parlamentaria, no de gobierno. Aquí ni siquiera eso…

Horas después de aquellas promesas de amor futuro ya las cosas han vuelto a estar en su lugar. Los radicales no quieren hacerse cargo de los caprichos del intendente -no están dispuestos a convalidar designaciones de postulantes cuestionados en áreas sensibles de la administración ni votar a libro cerrado el presupuesto enviado por Hernán Mourelle que hace agua por todos lados- y mucho menos deponer su decisión de colocar una figura propia en el sillón principal de la comuna. Si es Vilma Baragiola o logran imponer a Maxi Abad -hoy trabajando una «síntesis» con Emiliano Giri y la bendición del presidente de la Cámara de Diputados provincial Manuel Mosca– lo dirá el tiempo.

La dirigente sigue siendo la que mejor mide en las encuestas, muy por arriba del resto, pero lo que queda de la coalición y una parte de los propios radicales no quieren saber nada con ella. Que además suma el poco entusiasmo de María Eugenia Vidal y el pulgar decididamente bajo de Mauricio Macri. Pero, si resuelve ir a una interna…¿quién le pone el cascabel al gato?..

Lejos de la posibilidad de consensuar con el gobierno provincial, aunque Arroyo siga creyendo que al momento de cerrar las listas el porcentaje de apoyo que conserve se convertirá en un as de espadas, su tiempo político se parece a una tribu con más aspirantes a cacique que indios dispuestos a aceptar calladamente lo que decida la conducción. Para complicar aún más el panorama, el capricho de Vidal por imponer un candidato que nadie quiere y nadie registra como Guillermo Montenegro tensa la interna hasta límites inaceptables. A pocas semanas de comenzar a definir las cosas nadie atina a imaginar como hará la jefa de la provincia para imponer su visión; el efecto arrastre que podía suponer su figura hoy no aparece tan claro y nadie deja de tener en cuenta que hablamos de un distrito con vieja alcurnia de corte de boleta.

Puertas adentro del despacho Zorro Uno las cosas no están tampoco claras. ¿Quién tiene hoy algún grado de influencia sobre el pensamiento del lord mayor?.

¿El eje «familiar» compuesto por su hijo Guillermo y Mauricio Loria?; no,al menos por el momento.

¿Hernán Mourelle?; si, pero en etapa declinante. Hasta el obcecado Arroyo comienza a tomar nota de la irredenta tendencia del Secretario de Hacienda por el conflicto y los altos precios políticos que esto supone. Y eso que aún no se enteró que a sus satélites, que no son pocos, el cuestionado funcionario los  ha acostumbrado a que que refieran a él como «el jefe». Algo que para el intendente supone un límite que nadie puede atreverse a pasar y que los enemigos de Mourelle han resuelto por estas horas dejar trascender en los oídos apropiados.

Además el hombre de los números ha sabido granjearse una enemiga impensada: la compañera de Arroyo, la subsecretaria de Educación Susana Rivero, no oculta su hartazgo por los permanentes conflictos que el hombre le genera a su pareja. Y su opinión tiene un peso que nadie debería subestimar…

Emiliano Giri ha vuelto a tomar peso en las decisiones, pero Arroyo comienza a dudar de la conveniencia de darle más vuelo y más poder. Además ha logrado un rechazo casi unánime de sus compañeros de equipo que, no animándose a encarar directamente al jefe comunal con sus sospechas y quejas, operan en el Concejo y con la prensa para desgastar al empresario.

Muchos de los citados, y otros que suelen moverse más calladamente, ya están preocupados por lo que llaman «el día después». ¿Vale la pena pagar en el futuro el costo de asumir todos los enemigos que supo conquistar Carlos Fernando Arroyo?, ¿tiene sentido quedar pegados en las causas judiciales que se generarán en torno a los atropellos de Mourelle? y sobre todo ¿tiene algún futuro político este proceso que a tres años de comenzar ya se cae a pedazos y en soledad?. Todos pretenden seguir en el camino de la política -o del conchabo estatal- y por esta ruta saben que van de cabeza contra una pared.

Todas preguntas de difícil respuesta que hoy son la única herencia visible que puede dejar un tiempo caracterizado por la crispación, la improvisación y la falta absoluta de capacidad para ejercer ese viejo arte de la convivencia y el equilibrio y que se llama política.

Algo que escapó por la ventana del despacho mayor de la comuna mientras por la puerta ingresaban, muy orondas, las internas y los conflictos.