Hace 60 años comenzó el juicio a «la banalidad del mal»

Hace 60 años, el 11 de abril de 1961, se iniciaba en Israel el juicio contra Adolf Eichmann, el arquitecto de la «solución final» para exterminar a seis millones de judíos durante la Segunda Guerra Mundial.

 

Hace 60 años, el 11 de abril de 1961, se iniciaba en Israel el juicio contra Adolf Eichmann, el arquitecto de la «solución final» para exterminar a seis millones de judíos durante la Segunda Guerra Mundial, cuyo proceso finalizaría con el ahorcamiento del ex miembro de las «SS», el 1 de junio de 1962.

«Yo soy Adolf Eichmann», dijo finalmente el criminal de guerra nazi, tras ser secuestrado en mayo de 1960 en Buenos Aires por un grupo de agentes del servicio secreto israelí Mossad, durante un operativo en el que participaron alrededor de 250 personas.

En 1963, basándose en sus reportajes del juicio y sobre todo su conocimiento filosófico-político, Hanna  Arendt escribió un libro que tituló «Eichmann en Jerusalén» en el que describe no solamente el desarrollo de las sesiones, sino que hace un análisis del «individuo Eichmann».

Toda la soberbia de antaño cambió por un pretexto absurdo: cumplía órdenes

Según Arendt, Adolf Eichmann no poseía una trayectoria o características antisemitas y no presentaba los rasgos de una persona con carácter retorcido o mentalmente enferma. Actuó como actuó simplemente por deseo de ascender en su carrera profesional y sus actos fueron un resultado del cumplimiento de órdenes de superiores. Era un simple burócrata que cumplía órdenes sin reflexionar sobre sus consecuencias. Para Eichmann, todo era realizado con celo y eficiencia, y no había en él un sentimiento de «bien» o «mal» en sus actos.

«Fue como si en aquellos últimos minutos [Eichmann] resumiera la lección que su larga carrera de maldad nos ha enseñado, la lección de la terrible banalidad del mal, ante la que las palabras y el pensamiento se sienten impotentes» dijo la autora, generando sin saberlo una frase que quedó en el inconsciente de la humanidad como clara demostración de las miserias del hombre..

Sin embargo, cuando fue detenido en una casa de la localidad bonaerense de San Fernando, Eichmann se identificó primero como Ricardo Klement, un técnico que trabajaba para la Mercedes Benz.

Durante el juicio, Eichmann quiso protegerse en la figura de la «obediencia debida», pero el jurado lo declaró culpable de genocidio, el 15 de diciembre de 1961, condenándolo a morir por crímenes de guerra y contra la Humanidad.

Según informes de la agencia de noticias alemana DPA, el fiscal jefe Gideon Hausner no pudo dormir durante toda la noche previa a la apertura del proceso más importante de su vida, y hasta último momento estuvo puliendo el texto de su alegato inaugural.

«No estoy solo aquí. Junto conmigo levantan su acusación seis millones (de muertos)», le dijo el fiscal jefe a Eichmann cuando se inició el juicio en la Casa del Pueblo.

El fiscal jefe Gideon Hausner llevó adelante la acusación

Hausner calificó al acusado como un hombre que decidió entre la vida y la muerte de millones de personas, un «nuevo modelo de asesino que realiza su sangriento trabajo sentado en el escritorio».

«Descolgaba el teléfono y los trenes se ponían en marcha rumbo a los campos de exterminio», afirmó el fiscal, ante el silencio de la sala.

El 11 de mayo de 1960, siete agentes israelíes capturaron en Buenos Aires a Eichmann, exjefe de la llamada sección de judíos de la Oficina Principal de Seguridad del Estado, provocando un incidente diplomático con el entonces Gobierno del presidente Arturo Frondizi.

El aviso decisivo de su paradero lo dio Fritz Bauer, exfiscal general del estado alemán de Hesse, quien reconoció a Eichmann por la particular morfología de su oreja izquierda, entre otras pistas.

Cuando comenzó el juicio en la Casa del Pueblo en Jerusalén, para el que fueron citados unos 110 testigos, Israel se veía como una instancia moral autorizada para llevarlo a cabo en su territorio, debido al Holocausto..

Eichmann, de 55 años, estuvo sentado dentro de una cabina de cristal a prueba de balas. La estrategia de su defensa era bien clara: sus jefes habían descargado sobre él toda la responsabilidad.

Adolf Eichmann aguardó en su celda el cumplimiento de la sentencia

Según este planteo, Eichmann mismo era una víctima; solo fue un oficial que cumplía órdenes, lo que estaba obligado a hacer ya que había hecho el juramento de la bandera alemana. Por lo tanto, podía resguardarse en el derecho de guerra.

«Yo solo fui una tuerquita diminuta», dijo Eichmann en medio de documentos incriminatorios.

Sin embargo, en su libro «El oscuro carisma de Hitler», el productor y creativo de la BBC, Laurence Rees, recordó que «Eichmann había dicho a sus compañeros en 1945 saber que había contribuido a la muerte de millones de judíos ´le procuraba tal satisfacción que aceptaría la muerte con una sonrisa´».

Rees cita a David Cesarani, autor del libro «Eichmann, su vida y sus crímenes», publicado en Londres en 2004.

Eichmann fue ahorcado el 1 de junio de 1962, y hasta hoy es la única persona desde la creación del Estado de Israel, en 1948, que fue ejecutada tras haber sido sentenciada a muerte. Su cuerpo fue cremado y sus cenizas esparcidas en el mar.