Hace medio siglo Dios comenzaba a hablar como nosotros

50 años han pasado desde el momento en que el Papa Paulo VI rezaba la primer misa en italiano y daba el puntapié inicial para que en cada nación se hiciese en la lengua vernácula.

Fue algo más que un cambio formal; a partir de ese momento los fieles comprendieron en plenitud lo que allí se celebraba y se sintieron parte del sacramento.

«Se inaugura hoy la nueva forma de la Liturgia en todas las parroquias e iglesias del mundo, para todas las misas en las que participa el pueblo» anunció el hoy beato Pablo VI el 7 de marzo de 1965. Aquel día, por primera vez, un Papa celebraba una misa no en latín, sino en italiano. Fue en la parroquia de Ognissanti (Todos los Santos) en Roma. Así entraba en vigor el Decreto sobre Liturgia del Concilio Vaticano II.

El Pontífice explicó durante la homilía que era «un gran acontecimiento que se recordará como principio de abundante vida espiritual, como un compromiso nuevo para corresponder al gran diálogo entre Dios y el hombre».

«La norma fundamental, de ahora en adelante, es la de rezar comprendiendo el sentido de cada frase y de cada palabra», añadió Pablo VI. Aquello marcó un hito en la historia de la Iglesia Católica. No solo los libros litúrgicos tuvieron que ser adaptados, también la mentalidad de sacerdotes y fieles acostumbrados a una misa muy distinta a la de hoy.

«Muchas parroquias repartieron copias con el esquema de la liturgia, para que los seglares supiesen qué tenían que responder y cuándo», recordaba José Antonio Méndez en «Alfa y Omega» el pasado jueves. «El maremágnum litúrgico que se avecinaba era tal que muchos obispos temieron que ni sus párrocos ni sus fieles supiesen adaptarse a un cambio abrupto, y solicitaron a Roma un tiempo para «entrenarse» en el nuevo «ars celebrandi»», continuaba Méndez.