Redacción – El gobierno no sabía como actuar y el temor a un avance kirchnerista desvelaba a Macri y los suyos. Pero allá estaba Hebe, la aliada impensada, para terminar con el peligro.
Hebe de Bonafini se esfuerza por parecer cada vez más idéntica a aquello que dice combatir. Como sus odiados militares, la titular de Madres de Plaza de Mayo insulta al «enemigo», le niega derechos, desprecia su vida y lo quiere preso con o sin administración de justicia.
También como sus adversarios de ayer -solo ella y seguramente por razones de beneficio económico no se ha dado cuenta que su guerra acabó hace ya muchas décadas- Hebe reivindica modelos políticos agotados, despreciados por la inmensa mayoría del género humano y sumadores de tantos fracasos que a esta altura de los tiempos los convierten en una caricatura tragicómica de una realidad arrancada con los fórceps de la historia.
Y ahora, como si todo ello no fuese suficiente, Bonafini aporta una ayuda invalorable al gobierno al que dice atacar, vaciando de gente y contenido a quien pueda plantarse como adversario de riesgo. Como hicieron Castro, Stalin o el mismo Mao con el marxismo -teoría rica en el concepto pero arrasada por su uso y abuso por parte de dictadores calenturientos- y como siempre ocurrirá con cualquier línea de pensamiento que ignore el derecho del hombre a elegir en libertad su destino.
Había temor a la Marcha de la Resistencia. En el gobierno imaginaban a miles de personas, muchas cercanas al liderazgo de Cristina pero muchas más indignadas por las torpezas expropiatorias del ineficaz equipo que rodea a Macri– aprovechando para volcar su enojo en la histórica plaza de las muchas discordias y tan pocas concordias.
Pero apareció Hebe y, como un Harry Potter redivivo, evaporó con su presencia a todo el mundo. Y lo que amenazaba con ser un hecho político explosivo, terminó siendo un escueto «paseo de los sobrevivientes» que más se pareció a una desorganizada rendición que a una marcha triunfal.
Nadie quiere en la Argentina aumento de tarifas, pero menos quiere ladrones con pretensiones «revolucionarias»; exigimos al gobierno que revea sus brutales modos de ajustar la economía, pero más le exigimos que alguna vez las cárceles argentinas se llenen de corruptos y sirvan para que los que heredan el poder que estos tuvieron lo piensen dos veces antes de meter la mano en bolsillo ajeno.
Y todos debemos agradecer a la singular Hebe que, con la única magia de su presencia y el sonido a letrina de su voz y su discurso, haya logrado que después de la pomposa marcha…todos los argentinos hayamos podido ir a dormir tranquilos.
Ella, el kirchnerismo y sus satélites ya son historia; tanto que no resisten ni unas gotas de lluvia.
Amén.