El presupuesto que Kicillof presentará el martes en el Congreso incluiría la coparticipación de un 70% del impuesto al cheque, que en 2014 permitió recaudar cerca de 80 mil millones de pesos.
Se trata de un tributo que grava con el 0.6% los cheques depositados y cobrados, creado por Domingo Cavallo en la urgencia de la crisis de 2001. Kirchner y Cristina lo dejaron crecer hasta convertirlo en una cuantiosa fuente de ingresos.
Pero no evitó que cada fin de año, cuando se debate el presupuesto, la oposición pidiera una y otra vez coparticiparlo, pero nunca tuvo éxito.
Hace dos años el senador kirchnerista Juan Irrazabal lo pidió en el recinto, pero nunca más se oyó una voz oficialista quejarse ni siquiera en la Cámara alta, la vía más directa que tienen los gobernadores para presionar.
Cristina les daría el gusto a los gobernadores ahora como una forma de condicionar a quien la suceda y, a su vez, lograr que los senadores presionados por los gobernadores se vean obligados a tratar el presupuesto y no lo cajoneen, como especula por estas horas.
Es que la agenda no está nada fácil. El Senado debería sancionarlo en las primeras semanas de octubre para evitar el riesgo de que un presidente electo negocie devolverlo a Diputados con cambios.
Scioli echó más raíces en el Senado, por su cercanía a gobernadores y a algunos referentes del kirchnerismo, como el propio jefe de bloque Miguel Pichetto.
En las últimas semanas se menciona como su emisario a Rodolfo Urtubey, por la cercanía del hermano a la campaña de Scioli. ¿Pero acaso el gobernador de Salta frenaría la friolera de recursos para su provincia que le daría el impuesto al cheque?
Nadie lo cree, aun cuando el bonaerense tenga elementos de sobra para mostrar que no puede cubrir los gastos sin ese tributo. Tal vez este sea el primer tema que enfrente Scioli con el kirchnerismo, que sueña con marcarle la cancha desde el Congreso.