JUGAR CON FUEGO

El  debate generado en torno a los arbitrajes en el fútbol argentino ha desnudado, una vez más, la pobreza de dirigentes y referentes que buscando excusas ponen en riesgo la tranquilidad pública.

Es posible que la excesiva presencia de hombres de Boca en el poder político y futbolístico sirva para despertar suspicacias. Pero es absurdo que se pretenda que el pobre presente futbolístico de algunos equipos -que por lo demás hicieron en su momento pesar la influencia que tenían, y aún conservan, en la CONMEBOL- es por culpa de esa simpatía que une al presidente de la nación y al titular de la AFA. Excluímos de este análisis al titular del club de la ribera, ya que sería absurdo que en su carácter de tal no fuese hincha de la institución que comanda.

¿Es raro que D’Onofrio sea hincha de River?, ¿o Blanco de Rácing?, ¿o Moyano de Independiente?, ¿o Moscuzza de Aldosivi?. Claro que no; raro sería que Angelici fuese de Huracán, el titular de River hincha de Velez Sárfield y «Pototo» de Alvarado.

River ha sido perjudicado en varios partidos, pero sus rivales también. Y no es serio creer que fueron los pitos los que llevaron al club de Nuñez a estar a 21 puntos del líder del campeonato y, sobre todo, sin encontrar una línea de juego que se asemeje a la que se necesita para considerarse un buen equipo.

Todas las semanas se cuentan por decenas los errores-horrores de los árbitros y sus jueces de línea. Y eso ocurre porque este debe ser el peor momento en la historia del referato argentino.

Se equivocan todo el tiempo y, lo que es peor, caen fácilmente víctimas de un  reglamento que hoy tiene demasiadas interpretaciones y por tanto sujeto a cambiantes directivas que les llegan desde la conducción de la AFA. Si a esto se suma el debate acerca de la aplicación de la teconología como elemento de juicio, es lógico pensar que cada terna que sale a un campo de juego siente que está pisando un tembladeral.

Pero nadie aporta un paso de reflexión para que cambien las cosas. Macri recibe al técnico  xeneixe en medio de esta ola de acusaciones, como queriendo dejar en claro que Boca hace lo que quiere y que al poder no le importa lo que digan los demás.

Y Gallardo suma irresponsablemente leña al fuego convirtiendo el tema en un gran pretexto para no hablar del fútbol, o de la falta de él, que rodea a su equipo, y Tinelli llena el aire de sospechas y sobreentendidos mientras aboga por el final de la grieta en la Argentina.

Y el periodismo, convencido como está de ser parte integrante del mundo fútbol y no comunicadores de lo que allí ocurre, dedica horas y días a atizar el fuego de la sospecha, suponer, deducir a partir de sus propias entelequias y competir para ver quien tiene la primicia más escandalosa o está más cerca de los dirigentes y sus confidencias.

Los propios jugadores, estrellas de reparto en esta menesunda de la política y el deporte en un mismo barro, entran a la cancha condicionados, exageran sus reclamos frente a un fallo que consideran equivocado, protestan y gesticulan para que la tribuna se enardezca  y aprovechan cada micrófono que tienen cerca para aumentar la sospecha, auto justificarse y sobre todo…no hablar de fútbol cuando las cosas no salen como ellos quisieran.

Todos hablan «para la gilada»...o para la cámara de televisión que llega a los hogares de la misma. Siempre será mejor poner la culpa en el otro, para esconder los propios fallos o negocios detrás de la contratación multimillonaria de jugadores que poco y nada aportan al rendimiento general.

Se está jugando con fuego y es claro que nadie quiere apagarlo. Y aquellas cenizas que quedaron de la época Grondona siguen escondiendo brasas que los protagonistas no saben, no pueden o no quieren ver.

Porque como Nerón…creen que Roma quemada va a expurgar sus propios pecados. Y así le fue….