Redacción – Una larga y por momentos violenta perorata, en la que los anuncios ocuparon apenas 30 segundos, confirmó el estilo de un gobernador que parece cubrir el papel de un puntero político.
Sobre el final de un día lleno de novedades dos imágenes diametralmente opuestas y una sola realidad quedarán en la cabeza de los argentinos.
Un Horacio Rodríguez Larreta que comienza a subir el tono de sus reclamos al gobierno nacional luego de una hábil estrategia que fue derivando de aquella primera etapa en la que compartía decisiones y halagos con el presidente y su par bonaerense, hasta este de hoy que -habiendo sufrido en el camino el recorte de fondos coparticipables, situación que manejó con prudencia y derivó rápidamente a la justicia- se dispone a dar pelea frontal para sostener su postura de no cerrar las escuelas. Y que además recibió hoy el impulso de una docena de gobernadores, muchos de ellos del oficialismo, que tampoco vaciarán las aulas pese a la orden presidencial.
Y un Axel Kicillof que una vez más insume el tiempo del que dispone en los medios para atacar al jefe de gobierno porteño, criticar a países vecinos y no tantos, plantear la descalificación casi histérica como único argumento y sobre todo, aunque sea motivo de otro análisis, insistir en la costumbre de manipular cifras y tendencias en beneficio de sus posturas y siempre con el mismo resultado previsible: en pocas horas comenzarán a publicarse las correcciones y el mentís a varias de las afirmaciones del atribulado gobernador.
Dos imágenes distintas, insistimos, pero una realidad evidente que está comenzando a condicionar toda la vida institucional argentina: desde el oficialismo se ha resuelto ir por Rodríguez Larreta, desgastarlo y descalificarlo y así intentar que pierda el equilibrio emocional y estalle en una pelea que además desgaste su figura que hoy aparece en todas las encuestas como el dirigente con mayor imagen positiva. Cristina, Alberto y sus satélites -como por ejemplo Axel- sueñan con que Mauricio Macri tome el centro del escenario opositor, convencidos de que el ex presidente es más fácil de ser derrotado que el incipiente líder de un vasto sector del PRO y de los votantes independientes.
Sería bueno que la Suprema Corte, que aún no se expidió en el delicado tema de los fondos quitados a la ciudad, tomase alguna vez la responsabilidad institucional que le marca la Constitución y fallase sobre esta cuestión a la que además ahora se agrega el derecho o no de habilitar las clases en la CABA. ¿Si nunca va a estar en el momento y lugar necesario para qué le sirve la Corte a los argentinos?.
Y mientras algunos dudan, otros tratan de llevar agua para su molino, el poder hace política electoral con el drama de los argentinos, el gobierno define sus internas y debilidades, la oposición busca hacer carne aquello de «cuanto peor mejor» y la economía se cae en pedazos junto con la educación y la pirámide social, la pandemia avanza a sus anchas y hace estragos en una población que sigue esperando un gesto de grandeza de parte de sus gobernantes que los obligue a poner como prioridad el bienestar de los argentinos.
Pero no hay caso…es pedirle peras al olmo.