La Ciudad – Nueva protesta y corte frente a la Municipalidad

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Una vez más un grupo de personas, integrantes de  la agrupación social “Madres y Padres en lucha”, manifiestan frente al Palacio Municipal reclamando la nivelación de terrenos en los barrios Las Américas y El Martillo que están destinados a la construcción de 59 viviendas. Calles cortadas, fogatas encendidas y decenas de menores a la intemperie forman ya parte de una postal a la que poco a poco hemos ido acostumbrándonos.

Nadie puede negar las necesidades crecientes de un sector de la comunidad que ha sido el más golpeado por la crisis recurrente que padece la Argentina en las últimas dos décadas.

Miles de personas en todo el país han quedado al costado del camino ante la indiferencia criminal de sucesivas administraciones que con sus errores y corruptelas lograron lo que hasta mediados del siglo pasado parecía un imposible: convertirnos en una nación paupérrima.

Desde hace algo más de diez años comenzó a crecer un fenómeno vinculado a la protesta social que, sin control ni respuesta alguna por parte del estado, fue extendiéndose por las calles de todas las ciudades del país en forma cada vez mas notoria y descontrolada: el piqueterismo.

Mar del Plata no sólo no pudo abstraerse de esta nueva forma de hacerse notar por parte de los más humildes -aunque en muchas ocasiones la intencionalidad política se esconda tras los reclamos- sino que vio como poco a poco la misma se fue extendiendo hasta convertirse en una práctica con notorios perfiles de abuso.

Utilizado para voltear el gobierno de Elio Aprile, el piqueterismo como actividad programada terminó por tomar de rehén a una clase política que no podía reclamarle moderación cuando había pactado con sus máximos exponentes nada menos que el fin de un gobierno elegido por la gente.

Y desde entonces es común ver pequeños conglomerados de personas que se apropian del radio céntrico de la ciudad para lograr sus objetivos sin importarles destruir bienes públicos o convertir la zona en un verdadero aquelarre que hace imposible el tránsito y la calidad de vida de quienes allí deben convivir con la contaminación que emana de gomas quemadas, bolsas de residuos acumuladas y muchas otras formas de demostrar desprecio por el semejante, aunque todo se esconda tras la justificación de la rabia por el abandono.

Otra vez Mar del Plata amanece bajo el signo de la protesta; otra vez los largos conciliábulos, las negociaciones, el tremendismo que conduce a la nada y la impotencia de quienes saben que “mejor no menear” algunas relaciones, se convierten en una postal que representa el quiebre social, la falta de autoridad, la anomia legal y un verdadero catálogo de las cosas que no hay que hacer si se pretende conseguir objetivos de virtud ciudadana.