La Ciudad – Quieren bautizar como Florencio Aldrey al centro comercial y cultural de la Vieja Terminal

La intención de bautizar con el nombre de Florencio Aldrey al edificio de la Vieja Terminal -surgida vaya a saber de que mente calenturienta y obsecuente- supone por sobre todas las cosas un grave error que afecta sobre todo a quien se dice querer «homenajear».

Muchas veces las mejores intenciones pueden esconder errores imperdonables.

Y ni que decir cuando las propuestas surgen de los amanuenses de siempre que compiten por halagar el oído del amo con lisonjas y elogios que en su desmesura se vuelven hasta ridículos.
Estas tristes costumbres humanas terminan casi siempre tornando en divertidas. Porque divertido es ver a alguien tratando de quedar bien a cualquier precio frente a quien, en muchos casos, tiene una marcada tendencia a rodearse de estos especímenes.
La intención de bautizar con el nombre de Florencio Aldrey al edificio de la Vieja Terminal -surgida vaya a saber de que mente calenturienta y obsecuente- supone por sobre todas las cosas un grave error que afecta sobre todo a quien se dice querer «homenajear».
A cierta altura de la vida los hombres pueden sentirse plenos si además de «poder» pueden mostrar «prestigio».
Y este último se adquiere casi en puntas de pié, serenamente y gota a gota como se hacen los mares.
Y créame amigo que el poder es una ola…y el prestigio es un océano.
Más allá de la existencia de una legislación vigente que haría inviable la intentona -salvo claro está que nuestros gobernantes se dejen arrastrar por la ola y se olviden de tal limitación- causa escalofrío imaginar a semejante monstruo (el edificio…claro) convertido en un Muro de las Puteadas para cada marplatense que pase por allí y recuerde la cuestión que además se rodeará de leyendas, trascendidos y suposiciones.

El dueño del Multimedio La Capital ha sido uno de los personajes más discutidos de la ciudad. Sin embargo -y aunque en muchos casos esa crítica haya encontrado sobrados motivos para aparecer- hay muchas cosas de su relación con Mar del Plata que muestran una personalidad de matices más ricos de lo que pueda imaginarse.

Todos los hacedores reciben palos y el personaje del que tratamos no podía ser la excepción.
Flaco favor entonces le hacen a Aldrey los que pretenden esta desmesura.
Es muy probable que el mismo interesado frene rápidamente la intentona, que nada bien lo hace quedar ante la comunidad, pero sería bueno que por añadidura llamase a los comedidos y les dijese que antes que empujarlo a los papelones se pongan a trabajar para que la ola del poder -mostrada hasta el cansancio en las últimas cuatro décadas de vida marplatense- torne lo más rápidamente posible en al menos un gran lago de prestigio.
No vaya a ser que nos quedemos sin agua, sin estatua y…sin chupamedias.