La falta de compromiso con el otro no conoce clases sociales

Redacción – Se critica a las concentraciones de organizaciones sociales por no respetar las medidas sanitarias, pero lo ocurrido en una feria ganadera en Carmen de Areco muestra un desorden  general.

No son piqueteros, ni hinchas de fútbol ni parte de las ferias populares que en plazas y asentamientos precarios son organizadas por personas que solo buscan ganarse la vida. Son productores agropecuarios de uno de los sitios más ricos de la provincia de Buenos Aires y que tampoco parecen haber comprendido la necesidad de cuidarse y cuidar a los demás.

Una feria ganadera de la que participaban unas 1.500 personas fue clausurada ayer en la localidad bonaerense de Carmen de Areco tras comprobar incumplimientos a las normativas dispuestas para mitigar los contagios de coronavirus, informaron fuentes oficiales.

El operativo se dispuso pasadas las 14, cuando inspectores de la comuna, junto a agentes de la policía comunal del Municipio de Carmen de Areco, acudieron a la feria ganadera «Ferias del Carmen» donde constataron la presencia de unas 1.500 personas, muchas de ellas sin barbijo y sin respetar la obligatoriedad de guardar distanciamiento en el predio ubicado en calle Alberti entre Balzaretti y Cárdenas, de esta localidad.

Asimismo se informó que en el lugar se advirtió una serie de incumplimientos a las normativas dispuestas para mitigar los contagios de coronavirus, en momentos que se encuentran seriamente comprometidos los sistemas sanitarios local, regional y provincial.

De igual modo, se constató la existencia de stands de ropas tradicionales, artesanías, puestos de comidas y expendio de bebidas en la cantina del lugar, todas actividades prohibidas por el protocolo de bioseguridad para ferias rurales dictado por el municipio en 2020.

En ese marco, funcionarios municipales junto a efectivos policiales que se encontraban a cargo de la seguridad interna del lugar, suspendieron momentáneamente el remate y solicitaron a los responsables del predio que comunicaran por el altavoz que toda persona ajena a la compraventa de animales debía retirarse del lugar, para descongestionar los espacios en los que funcionaban las actividades no permitidas.

Una clara demostración de que la irresponsabilidad no conoce de clases ni de actividades: cruza por el medio a una sociedad argentina que parece, al fin, no haber entendido nada.