LA GRAN FINAL: LOS TONTOS CONTRA LA VIDA

Los shoppings abiertos, la gastronomía estirada hasta la noche y la actividad física con mucha mayor libertad. Mar del Plata se acerca lentamente a la normalidad y ahora es la gente la que tiene la pelota en sus pies.

La ciudad se acerca lentamente a la llamada «nueva normalidad» que, pese a estar a kilómetros luz de lo que eran nuestras costumbres antes de la pandemia, comienza a calmar las expectativas de miles de personas que habiendo cumplido con todas las indicaciones del aislamiento comenzaban a sufrir las consecuencias de un encierro que se estiró más allá de lo soportable.

Primero fue la cafetería, algunos paseos acotados y la posibilidad de salir a correr aún en horarios poco compatibles con el duro clima local. Luego reabrieron los restaurantes, con la limitación del horario diurno y ahora, por fin, se disponen a funcionar los shoppings, los restaurantes con permiso para hacerlo hasta las 23 y algunos deportes individuales vedados hasta ayer.

Falta mucho pero la maquinaria comercial y la libertad de movimiento comienzan a desperezarse y buscan al menos un mínimo de actividad que las mantenga vivas.

¿Es una buena noticia o, como dice un porcentaje nada despreciable de la ciudadanía, estamos cometiendo un suicidio colectivo?. Tal cual lo recordaba el viejo dicho popular…«ni calvo ni con dos pelucas»?.

El avance de los contagios que se detecta en las últimas semanas es preocupante y mantiene vivo el fantasma del agravamiento de la situación. Pero aún así los números locales son mucho más edificantes que los que se detectan por ejemplo en el AMBA, en el Chaco y en otras provincias argentinas.

La ocupación de camas de terapia intensiva lejos están de suponer la cercanía de un colapso y los índices de mortalidad, si bien los casos crecen considerablemente, están aún lejos de equiparar los que son observables en algunos de los lugares más calientes de la crisis sanitaria. Todo está por verse pero existen motivos para creer que aquí las cosas se han hecho lo suficientemente bien como para alejar los peores fantasmas.

¿Entonces?…entonces la gente.

El intendente y la Comisión de Reactivación Económica vienen acompañando el pedido de tantos marplatenses que necesitan trabajar, quieren circular o sencillamente están hartos del encierro. Los mismos que ahora tendrán la pelota en sus pies y deberán elegir, con inteligencia y rapidez, cual es el pase más ajustado hacia el futuro.

Hay imágenes de los últimos meses que no pueden dejar de preocupar. Excesos, pérdida de los protocolos mínimos de distanciamiento y normas violadas groseramente que bien pueden ser causantes del incremento de casos más allá de los focos registrados en el HIGA, el Houssay, varios geriátricos y algunas empresas pesqueras.

La costa marplatense atestada de paseantes, muchos sin barbijo y la mayoría de ellos sin guardar la distancia adecuada, y la profusión de comunicaciones en las redes sociales que muestran la indisciplina reinante en muchos barrios alimentan las dudas que todos tenemos y que solo el paso de los días podrá resolver.

Como pocas veces los vecinos tienen el futuro en sus manos. No se trata de una votación, una manifestación o una consulta popular…se trata de que cada uno, en la soledad de su conciencia, elija el camino a seguir cuando está sabiendo que desviarse de la ruta señalada puede poner en riesgo la propia vida y la de los demás. Recordar aquellos casos que nos impactaron de personas que violaron la cuarentena, obraron desaprensivamente y terminaron llevándose puesta la vida de un familiar, un amigo o a alguien a quien no conocían pero infectaron de un virus solapado que no sabe de parentescos ni afinidades.

Tenemos por delante un desafío fenomenal: demostrar que los marplatenses, argentinos al fin, podemos ser indisciplinados, anárquicos y con serias dificultades para actuar en conjunto…pero no somos estúpidos.

Y a las autoridades pedirles que no duden en dar marcha atrás si la respuesta común no está a la altura de lo que se espera. El miedo a la presión del momento suele muchas veces tomarse como más pesado que el juicio de la historia; ello ha sido un clásico del país acostumbrado a atar con alambre todas las cosas y es en esa falta de grandeza frente a la responsabilidad que se explica que la gran mayoría de los gobernantes terminan sus días sumidos en el  desprestigio y privados del reconocimiento de sus gobernados. Alguna vez deberá atenderse lo importante, aunque no lo comprendan los cultores de lo urgente.

Para que parte de esa «nueva normalidad» sea también una «nueva responsabilidad» que marque un antes y un después del malhadado COVID-19.

Y no es pedir demasiado…estamos hablando de la vida.