Por Adrián Freijo – Una tapa de la Revista Gente de 1979 nos sacude las telarañas del cerebro para mostrarnos, sin duda alguna, que Argentina está detenida en el tiempo y sin resolver ningún problema.
Escuelas cerradas, inflación, sindicatos; cualquiera creería que estamos hablando de este presente argentino en el que la pandemia expulsó a nuestros chicos de las aulas, el crecimiento de los precios se come día a día los ya de por sí magros salarios de los argentinos y los sindicatos se debaten entre las exigencias y la necesidad de no tirar de la cuerda con tal fuerza que un súbito corte expulse más y más trabajadores al desierto de la desocupación y los deposite en brazos de las organizaciones sociales, ese nuevo poder corporativo que parece interpretar mejor que las organizaciones obreras este momento de marginalidad general.
Pero no…la tapa del Nro.709 de la histórica Revista Gente no es actual: está datada el 22 de febrero de 1979 y solo la cara de Mirtha Legrand nos recuerda impiadosa que el tiempo transcurre para todos, aunque la diva de los almuerzos siga apareciendo en las publicaciones actuales y por estas horas vuelva a ser noticia por el regreso a aquellos almuerzos que ya por entonces merecían la centralidad del mundo del espectáculo.
Un combo de nostalgia y dolor al comprender que vivimos en un país detenido en el tiempo, sin capacidad alguna para resolver sus problemas y que sigue girando sobre sí mismo, mordiéndose la cola y sin capacidad para cambiar agenda, proyectos y personajes.
En el camino entre aquella tapa y una actual que podemos imaginar idéntica, el mundo avanzó, la historia cambió con la llegada de internet, las relaciones entre el capital y el trabajo fueron acomodándose a una nueva era en la que la imaginación y la solidaridad deberán imponerse sobre la cerrazón y el lucro si no quiere correrse el riesgo de implosión del sistema social universal.
Toda esa evolución Argentina la «campaneó, como al cotorro que va quedando despoblado». Se fueron sus hijos, se alejó el mundo, se construyó una liviana marginalidad en la que a nadie le importa ya que pensamos o que decimos. Nos volvimos prescindibles y tristemente despreciables.
Salvo que concluyamos que es una genialidad y una expresión de ahorro el poder repetir, casi medio siglo después, los mismos títulos, con los mismos problemas e idénticos protagonistas.
Cuidado…«si te ven mal…te maltratan». ¿No es verdad Mirtha?