La Iglesia vive en las vocaciones que se renuevan

El próximo 25 de mayo, a partir de las 19 en la Catedral de Mar del Plata, dos jóvenes seminaristas serán ordenados diáconos de manos del obispo diocesano, monseñor Antonio Marino.

Los marplatenses Gastón Buono y Juan Cruz Mennilli, con tan sólo 25 años, darán su primer paso hacia su consagración sacerdotal definitiva. Toda la Iglesia diocesana los acompañará y participará de la alegría de los dos jóvenes que se entregarán a Dios a través de este sacramento.

«Me preparo disfrutando de la cercanía y el cariño de todas las personas que me acompañaron estos años y me siguen acompañando; y en especial rezando mucho, poniéndome en la manos de Dios y confiándome a Él. Porque esto es algo que se le ocurrió a Él, no a mí», expresó Gastón, sobre su preparación. Por su parte, Juan Cruz manifestó, «mi preocupación de siempre fue ser yo mismo. Me acuerdo cuando empezaba a discernir mi vocación y escuchaba muchas veces que ‘Dios no te quita nada’ y mucho no lo creía. Y con el tiempo no sólo confirmé que eso es así sino que si Dios me llama a esto es por algo, por algún don que me dio, así como a todos nos da talentos y una misión» y añadió, que busca «dar testimonio de un Dios que vivió lo nuestro y se involucró».

Ambos están entusiasmados por los sacramentos que como diáconos van a poder celebrar- bautismos, casamientos- y por las actividades que van a realizar, de todas maneras, se los nota tranquilos. «Voy disfrutando de todo lo que Dios en su providencia vaya disponiendo y espero poder servir a Dios fielmente y dar lo mejor de mí en este ministerio», señaló Gastón. «Lo que a mí más me marca de esta etapa es el sí definitivo que voy a dar el 25 a la tarde. El cambio es interior, y lo que espero es ser fiel a ese sí, que es un sí a Dios, pero no para quedarme encerrado rezando, sino para estar bien cerca de Él, y poder llevarlo a los demás», indicó Juan Cruz.

Consultados sobre el impacto del papado de Francisco, ambos resaltaron su testimonio comprometido y concreto. Los jóvenes seminaristas utilizaron algunas expresiones que esbozan lo que el primer papa argentino y jesuita significa: «coherencia de vida y compromiso con los pobres», «sin medias tintas, dejando todo en la cancha”, «la exigencia de lo que implica ser hoy Iglesia», el «desafío de vivir el evangelio en toda su radicalidad», «el mundo pide testigos de Cristo como lo es el Papa, incluso en el estilo de vida de todos los días».

¿Cómo vivir una decisión para siempre en un mundo donde prima lo efímero o lo relativista?

Gastón: «Aunque parezca algo difícil, en realidad, la diferencia es que esta decisión la vivimos con Dios y por Dios. Y donde está Él, que nos ama para siempre, nos acompaña para siempre y nos promete ayudarnos siempre, no es tan difícil darle un sí para siempre. Es cierto que desconcierta en varios lugares en los que nos movemos, y aunque las personas con las que hablamos, a veces, no comparten nuestra fe; muchas de ellas nos manifiestan algo de admiración por este ‘para siempre’, por este jugárnosla el todo por todo por lo que creemos. Eso me da la pauta de que en el fondo todos desean conocer, amar y decirle sí a alguien para siempre. Y a ese ‘alguien’ es al que me siento llamado a anunciar».

Juan Cruz: «Viendo mi historia personal, si bien ingresé al Seminario después del secundario, mi panorama era bastante bueno: iba a poder estudiar, participaba en política, hacía lo que me gustaba. Pero lo que vi de atractivo en esta vocación a la que veía que Dios me llamaba era precisamente esto de entregarse por completo y para siempre. Es que estamos hechos para amar, y nadie ama a medias. Yo por lo menos no».

Con tan sólo 25 años, estos jóvenes seminaristas serán ordenados diáconos, en primer lugar, y pronto sacerdotes para la Iglesia Católica. Con el lenguaje propio de los jóvenes y metidos en las redes sociales, tendrán el desafío de ser «pastores con olor a oveja» como pide Francisco. Mientras tanto, el próximo lunes, darán el paso más importante de sus vidas, consagrarse para siempre a Dios y ejercer lo propio del diaconado: el servicio.