Desde que viajó a Bélgica para integrarse a una compañía de circo, Juan Pablo Vino empezó a construir su carrera artística en el exterior. Tabajó en cruceros de lujo con su espectáculo de música popular argentina.
Bailaba folklore en Buenos Aires cuando por casualidad surgió una posibilidad de hacer una prueba para conseguir un trabajo fuera de Argentina. La puerta se abrió y no lo dudó. Desembarcó en Bélgica y, a partir de ahí, su recorrido por el mundo nunca paró.
El bailarín, coreógrafo y productor Juan Pablo Vino puede decir que tiene el gran orgullo de ser el único argentino que llego al gran Circo Ruso. Responsable del impacto que generaba el número que protagonizaba con las boleadoras, su trabajo siempre fue reconocido por representar las tradiciones de nuestra tierra.
Después de pisar escenarios de distintos lugares del planeta y mostrar su show en cruceros por el mundo, a su regreso a la Argentina montó su propia compañía, sin dejar de embarcarse cada tanto en recorridos no muy extensos. Pero nada fue sencillo. En un momento de «vacas flacas» tuvo que dedicarse a limpiar vidrieras en París para poder comer mientras esperaba su próximo contrato de trabajo.
Gracias a todo el camino recorrido, Juan Pablo pudo crear Pampas Devils, la firma cuyas puestas deslumbran con talentosos bailarines que sorprenden tanto a audiencias nacionales como internacionales con un feed back constante con el público de distintos lugares.
En diálogo con la periodista Florencia Cordero en el programa Un Lugar en el Mundo de Radio Brisas de Mar del Plata, Juan Pablo Vino contó detalles de su experiencia en el exterior y narró las vivencias que tuvo que transitar para ganarse un lugar en el medio artístico.