«Los comercios comienzan a reactivarse, cierra uno, pero abren dos», dijo el jefe comunal. Por cierto, no pudo explicar dónde están los nuevos establecimientos ni a qué actividad responden.
«Son cosas bastante comunes porque la economía no es una línea recta», señaló con la frialdad de un economista y muy lejos de la necesaria preocupación que como jefe político de la ciudad debería despertarle la constante pérdida de fuentes laborales.
En lo referido al constante cierre de negocios gastronómicos Arroyo se limitó a especular que «es un tema que depende del factor económico a nivel provincial y nacional, básicamente, y también con la capacidad de gasto de la población». Una afirmación que sorprende al venir de quien pudo haber tomado alguna medida fiscal que hiciese más rentable este tipo de explotaciones y que sin embargo promovió constantes aumentos de tasas que mucho influyeron en la constante caída de la actividad.
Eso sin olvidar la política persecutoria en materia de controles de todo tipo que terminaron recluyendo a las personas en sus domicilios. Tránsito, alcoholemia, policía, todos unidos en utilizar las zonas de mayor impacto comercial para recaudar sin consideración alguna mientras el delito se corría hacia otros puntos de la ciudad.
Y así como María Eugenia Vidal salió a reclamar la devolución de los fondos de coparticipación quitados a la provincia, tal vez hubiese sido bueno que al menos Arroyo buscase que a Mar del Plata se la equipare con otras zonas turísticas del país en materia fiscal y sobre todo de coparticipación del impuesto al cheque. Seguimos haciéndonos cargo de mantener una ciudad, sus playas y sus calles, limpias y cuidadas para dos millones de argentinos sin que ello represente ningún beneficio para las agotadas arcas municipales.
Es así que la insustancial mirada optimista del intendente no se compadece con la realidad, no responde a una mirada comprometida y poco augura en materia de medidas reactivantes…al menos de parte del municipio.
Mientras tanto seguirá el cierre de comercios locales, mientras en algún lugar que desconocemos, y que Arroyo no logra ubicar ni en tiempo ni en espacio, abren nuevos locales a los que no podemos definir de otra forma que no sea «fantasmas».
Pobre ciudad…pobre Mar del Plata.