La mala gestión del Frente local amenaza apagar la estrella de Raverta

Por Adrián FreijoEn el gobierno central y en la administración Kicillof ya miran con preocupación la sucesión de errores políticos de un bloque de concejales que dice responder a la titular de la ANSES.

¿Hasta cuándo vamos a seguir demoliendo las posibilidades de ganar alguna vez en Mar del Plata?, le preguntaba al presidente, este fin de semana en Olivos, el marplatense con más directa llegada a Alberto Fernández.

Y la pregunta no fue un exabrupto ni una imprudencia: fue el corolario de una larga exposición que el lugareño le hiciese al mandatario acerca de la sucesión de errores cometidos por la conducción del bloque de concejales del Frente de Todos en nuestra ciudad y que, lo más pesado de la escena, fue realizada a pedido del propio Fernández.

«Perdimos en octubre por el capricho de no negociar seriamente con Pulti» dijo el interlocutor presidencial, «durante toda la pandemia trabamos todos los pedidos de los comerciantes de la ciudad con el miserable pretexto de trabar la gestión de Montenegro» continuó.

«Y lo peor es que el Gordo acompañó en silencio las reaperturas por izquierda y obligó a Kicillof a blanquear la situación y convertir en autorización oficial lo que ya estaba funcionando de facto» terminó.

«¿Fernanda les ordenó actuar así?» preguntó el presidente.

«Ellos dicen que sí, aunque lo dudo» fue la respuesta del preocupado vocero de los sectores frentistas que a esta altura proponen bajar un poco el copete y convocar a un armado un poco más amplio que acerque la posibilidad de reiniciar un romance con la sociedad que hoy está cada vez más lejos.  «Pero lo que es claro es que si no estaba de acuerdo, no puro frenarlos» concluyó terminante.

Desde hace tiempo la torpeza de los concejales kirchneristas -y en ese sentido todos los dedos apuntan al titular del bloque Marcos Gutierrez– preocupa a los equipos del presidente que buscan para Mar del Plata un armado que se acomode a las características especiales de sus votantes. Saben que la tarea será complicada y que las políticas desarrolladas desde la ANSES, a instancias del Ministro de Economía Martín Guzmán, en relación a los jubilados no va a ayudar en un distrito en el que más del 22% del padrón electoral está compuesto por votantes de la tercera edad.

El propio Ministro del Interior Wado de Pedro, de muy cercana relación con Raverta, reconoció ante el cuestionamiento presidencial que «las cosas no están bien» y que hay que meter mano para corregir el rumbo.

La fallida estrategia con respecto a la aprobación del presupuesto y el acuerdo entre Pulti y Montenegro -que en Balcarce 50 comienzan a temer que trascienda más allá de esta cuestión- fue la gota que rebalsó el vaso: «¿en qué estaban pensando?» se preguntan en La Rosada; «quedan a contramano de la gente, aparecen intentando trabar la gobernabilidad y además pierden por goleada. ¿Son giles o ven una realidad que no existe?», sostienen molestos en la cercanía del propio De Pedro que afirma que sus dudas y resquemores son compartido por la propia Cristina.

Algunas denuncias sobre aprietes a empleados de las delegaciones locales de la ANSES no afines al proyecto de Raverta y el temor de un estallido mediático por estas y otras actitudes autoritarias e intimidatorias que serían apañadas desde la conducción del organismo -que en Mar del Plata comanda el marido de la propia Raverta- terminaron por agotar la paciencia de muchos que hasta ayer no se atrevían a discutir la conducción local del kirchnerismo, en manos de la candidata derrotada en octubre de 2019.

«Estos chicos son un barrilete sin cola y creen que seguimos viviendo en una época en la que se puede llevar por delante a todo el mundo. Están sin conducción y hay que pararlos o nos chocan otra vez» comentaba por estas horas el visitante a Olivos, ya de vuelta a la ciudad, y convencido de que las cosas van a ser modificadas con gestos muy fuertes «desde arriba».

Parece que la sucesión de errores comienza a opacar la estrella de una Fernanda Raverta que, por acción u omisión, termina arrastrada por los desmanes de sus fedayines de la nada.

Un clásico de la política de los autitos chocadores que desde los 70 para acá caracterizó a quienes confunden progresismo con atolondramiento…