Es un tema delicado, de esos de los que la mayoría de la prensa prefiere callar por ser políticamente incorrectos. Pero…¿hasta cuando van a seguir sin sanción las falsas desapariciones?.
El tema de las personas desaparecidas tiene una especial sensibilidad en la Argentina, y vaya si existen motivos para que así sea.
Sin embargo en los últimos tiempos asistimos a una explosión mediática de casos de jóvenes que desaparecen, teóricamente víctimas de secuestros, y que a poco de andar reaparecen poniendo en evidencia que sólo se trató de una escapada amorosa o una pelea con sus padres.
La sociedad en vilo, la estructura del estado abandonando otras incumbencias y poniendo en marcha costosos operativos en la búsqueda, los medios corriendo –generalmente con pobre calidad informativa y mucho de sensacionalismo– detrás de las «novedades» y sobre todo centenares de jóvenes realmente desaparecidos que dejan de ser buscados ante la presión social que pide por la aparición de la nueva «víctima».
En el medio una cadena de irresponsabilidades.
De los padres, que saben cuando existe un problema y prefieren decir ante las cámaras y la justicia que «sólo había discusiones como en cualquier familia» y de los propios involucrados que ante el escándalo no aparecen para decir «no me busquen que estoy mimándome por ahí con mi amorcito» o «yo con esa gente de m… no vuelvo a vivir ni por sorteo».
Todos prefieren mentir, ocultarse…y ocultar.
Ha llegado el momento en que estas conductas sean penalizadas, para evitar que cualquier pascuato que quiera ver su foto en la tele invente un nuevo «secuestro» y ponga una vez más en marcha un operativo que crispa y cuesta.
Cuando esto ocurra es posible que estas cuestiones vuelvan al ámbito de lo privado y dejemos de escuchar desgarradoras historias que terminan siendo una impostura, cuando no una parodia.
Y seguramente la sociedad acompañará activamente cuando de una verdadera desaparición se trate. Que esas si nos duelen mucho a los argentinos y nos traen recuerdos con los que noqueremos encontrarnos.
Porque aquellos ni fingían ni se burlaban…tan sólo desaparecían para siempre.