Desde la asunción de la nueva administración todas las miradas se posaron en Emiliano Giri quien aparece -y con ganas de mostrarse como tal- como «el hombre fuerte» del gobierno municipal.
El hombre ya venía con algunos cuestionamientos previos a hacerse cargo del EMTUR y de la presidencia de un difuso ente, del que todavía no hay noticias en cuanto a su conformación legal, que aunaría las políticas turísticas, deportivas y culturales.
Desde el tiempo de la campaña Giri hizo todos los esfuerzos para aparecer como «el hombre de Arroyo», aunque no eran pocos los detractores internos que lo señalaban como «el hombre que maneja a Arroyo».
Ya en el el poder la sobreexposición de Giri llegó, en las primeras semanas de gestión, a niveles que en ocasiones tocaron el grotesco. Y aunque tal vez no haya sido su intención, la imagen que daba era la de un celoso cancerbero que no dejaba al intendente ni a sol ni a sombra. Nada se hacía sin su presencia, nada se comunicaba sin que su nombre compartiera marquesina con el de Arroyo y no había funcionario que pudiese expresar algo si no compartía foto con el singular «primer ministro» de la nueva gestión.
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Luego aparecieron denuncias y trascendidos sobre cuestiones poco claras como su continuidad en negocios particulares incompatibles con la función que ejercía, la enojosa cuestión de la ocupación de espacios públicos en la playa familiar, la sospecha acerca de un proyecto personal para el desarrollo comercial de la playa de estacionamiento debajo del puente de Playa Grande y que también lo tiene como empresario, la colocación de carteles publicitarios en ese lugar y la sensación de que los concesionarios privados de playas marplatenses tienen una especie de bill de impunidad bajo la protección del ya discutido personaje.
Tal vez ninguna de esas cosas sean ciertas o tal vez solo algunas de ellas. Lo evidente es que Giri parece no tomar cuenta de la sobriedad que debe acompañar la función pública y que en ocasiones sobreactúa su poder hasta lesionar la autoridad del propio intendente municipal.
En buen romance, muestra sentirse cómodo con la idea del «poder detrás del poder». O lo que en la historia política argentina se definió como entorno.
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Por aquello de que «la mujer del César no solo debe ser honesta sino parecerlo», sería bueno que recapacitara, bajase un poco el nivel de exposición y si es cierto que tiene tanto poder como gusta mostrar lo utilice en beneficio de la ciudad y no de sus proyectos personales.
Porque «pavos reales» hemos visto por docenas pero funcionarios útiles al bien común…muy pocos.