Por Adrián Freijo – El fenómeno de implosión que las apetencias de La Cámpora generan en el peronismo amenaza con un cisma que puede beneficiar a la oposición. ¿Qué pasa con los radicales?.
El peronismo está una vez más en ebullición. Pese a los acuerdos de cúpula el descontento de muchos sectores es imposible de disimular; los avances de La Cámpora -que hasta ayer nomás despreciaba el sello partidario- y la sospecha de que nuevamente el armado de las listas surgirá del Instituto Patria y dejará afuera del reparto a muchos que aún mantienen aspiraciones y en no pocos casos quieren renovar mandatos, ha disparado una crisis interna que puede adelantar un cisma y terminar beneficiando al principal protagonista de la oposición.
Claro que sin olvidar aquella frase de Perón alertando que «los peronistas somos como los gatos; parece que nos estamos peleando y en realidad nos estamos reproduciendo». Pasó tantas veces que nunca hay que descartar que, sobre la hora, aparezca el acuerdo que conforme a todos.
Pero a aquel puntapié inicial que dio Emilio Monzó y luego acentuó Miguel Pichetto pueden agregarse ahora una serie de pases que terminen convirtiendo a la pata peronista de Juntos por el cambio en una alternativa mucho más cercana a los sectores sociales que, sin abjurar de su peronismo visceral, ya miran como sapo de otro pozo al kirchnerismo, sus dirigentes y sus visiones «progre» de una realidad que siempre termina con resultados propios del más acentuado conservadurismo.
Mucho de lo que vaya a ocurrir estará vinculado al desenlace de la interna de la UCR y de quien quede consagrado en la conducción. Los sectores que encarnan Martín Lousteau y el intendente sanisidrense Gustavo Posse están por estas horas «rosqueando» con Luis Barrionuevo y el Coti Nosiglia -ese dúo de operadores con suerte dispar que viene tallando en la política argentina desde tiempos de Raúl Alfonsín en el poder- y tienen en la cabeza un armado radical-peronista al que podrían presentar como tercera opción.
Piensan, con entusiasmo tal vez alejado de la realidad, que ello les permitiría constituirse en la tercera fuerza, al estilo de lo que durante una década supo encarnar Sergio Massa con su heterogénea fuerza, convertida en ambulancia de heridos de ambas fuerzas y de otros sectores políticos. Guillermo Moreno, Graciela Caamaño con su «Tercera Posición» y varios desencantados del lavagnismo están rondando esta propuesta a la que sin embargo en el kirchnerismo han bautizado El Tren Fantasma, mientras se relamen pensando que electoralmente pueden representar un costo mayor para Juntos por el Cambio que para ellos.
Por el otro lado el sector radical nucleado tras la figura de Maxi Abad, resuelto a mantener la vigencia de la actual coalisión con el Pro y con Lilita Carrió -aunque con menos entusiasmo en el caso de la denunciante serial a la que no le perdonan sus comentarios despectivos sobre el centenario partido- pero que miran de reojo el crecimiento de la alianza entre Monzó y Rodriguez Larreta a la que observan como un potencial riesgo para sus propias posiciones. ¿Y si la alianza se peroniza y a la hora de repartir cargos la cintura peronista puede más que el agotador internismo de su partido?.
La llegada del Florencio Randazzo a este sector encendió todas las luces de alerta, sabedores del peso que tiene el ex ministro de Cristina y su ascendencia sobre sectores orgánicos del PJ histórico, ese que hoy se siente abandonado a su suerte por dirigentes dispuestos a arriar las banderas a cambio de los mendrugos que Máximo Kirchner, el nuevo mandamás formal, esté dispuesto a arrojarles.
Lo cierto es que ya son pocos los que rechazan la necesidad de potenciar esa pata peronista en Juntos por el Cambio y muchos los que desde la vereda del justicialismo ninguneado por La Cámpora están dispuestos a integrarse para fortalecer la oposición, ganar las elecciones de medio término y proyectarse al 2023 como el principal aliado del Pro, detrás de la candidatura del Jefe de Gobierno de la CABA.
Y es ahí que surge otro de los chispeantes adagios del fundador del justicialismo cuando sostenía que «peronistas somos todos».
Aunque por estos días sería más prudente decir que…están en todos lados.