Se insultan, organizan operaciones de prensa, prometen cosas imposibles de cumplir, se amenazan. Y todos piensan que el hincha o el club es lo menos importante.
Bochornoso lo que ocurre por estas horas con Boca Juniors, un club que aparecía como una institución modelo considerada entre las diez más sólidas económicamente del mundo. El triste espectáculo de dirigentes, socios y ex ídolos de la institución revolcándose en el barro, peleando e insultándose, recurriendo a las más bajas estrategias para descalificar al enemigo y acusándose mutuamente de no ser siquiera simpatizantes de los colores auriazules, ponen en evidencia hasta que punto todo lo que toca la política termina prostituyéndose y perdiendo de vista el valor de los principios.
Más allá de lo deportivo, era esperable que el socio de Boca se preocupase por conocer cual era el plan de cada candidato para mantener una solidez que es un rara avis en un país en el que «todos y todas» se acercan a la bancarrota. Nada de eso pasó…el único objetivo es volver al triunfo a cualquier precio.
El clásico rival de los xeneixes, ese que tantas amarguras le ha causado ultimamente al cuadro de la Ribera al punto de enceguecer a sus seguidores y empujarlos a apoyar a libro cerrado a quienes se limitan a prometer el retorno a un pasado glorioso, con el que ciertamente no todos tuvieron que ver, es el ejemplo de lo que no debe hacerse de manera institucional.
Tras el histórico tropiezo del descenso River Plate salió enceguecido a recuperar la gloria deportiva -algo que consiguió más allá de las más optimistas predicciones y hoy disfrutan sus hinchas- pero comprometió en el intento las finanzas del club a punto tal de mostrar hoy un déficit peligroso que según los especialistas contratados para reestructurar sus finanzas lo ponen al borde de un estallido incontrolable.
Tiene que haber un equilibrio; la gloria no puede arrastrar a los hombres al barro de Boca o al desinterés por lo patrimonial de River. Ambos clubes se convierten de esa manera en paradigmas de una sociedad prostibularia en lo político e irresponsable en lo económico que por ir tras el bienestar pasajero y sin esfuerzo se abrazó hace décadas a una decadencia que, como estas instituciones, supo disfrazar por cortos períodos de un bienestar mentiroso.
Correr detrás del poder económico o hacerlo detrás del éxito a cualquier precio no es el mejor camino para consolidar el presente y proyectar el futuro. No lo es…no sirve levantar copas para abrazar la miseria ni comprometer la solidez para superar los malos momentos deportivos.
Mientras tanto, también como espejo de la sociedad argentina, los fanáticos de uno y otro lado seguirán con sus bromas, sus agresiones, y un supuesto amor por los colores que solo entiende de triunfos deportivos aunque Boca y River se caigan a pedazos.
Y la pelota, manchada y maltratada, seguirá girando en la hoguera de las vanidades…