LA POCIÓN MALDITA DE «ALBERTO, EL BUENO»

Como en la historia del doctor Jekyll y el señor Hyde las dos personalidades del presidente aparecen con preocupante asiduidad y nos obligan a meditar acerca de los motivos para que ello ocurra.

El extraño caso del doctor Jekyll y el señor Hyde es una novela inglesa  escrita por Robert Louis Stevenson en la que se narra la historia de un científico que padece  un trastorno psiquiátrico que hace que una misma persona tenga dos o más identidades o personalidades con características opuestas entre sí.

Jekyll es un científico que crea una poción que tiene la capacidad de separar la parte más humana del lado más maléfico de una persona. Cuando Jekyll bebe esta mezcla se convierte en Edward Hyde, un criminal capaz de cualquier atrocidad

No se debe confundir esta patología con el trastorno bipolar, otro desorden psiquiátrico completamente distinto, perteneciente a un grupo de enfermedades mentales conocidas como del estado de ánimo y del que mucho se habló en la política argentina en los últimos años.

Desde su llegada al poder el presidente Alberto Fernández parece empecinarse en beber la poción del Dr. Jekyll con sorprendente asiduidad. Así pasa del hombre moderado, empeñado en terminar con la grieta que divide a los argentinos a un líder agresivo, intemperante y en más de una ocasión amenazante más allá de los límites conceptuales de la democracia.

Algunos adjudican la responsabilidad de estos cambios de ánimo a su propio carácter, otros a la necesidad de equilibrar el peso de las presiones que debe sobrellevar a diario dentro de una alianza política en la que tratan de convivir, en ocasiones penosamente, los moderados del peronismo socialcristiano, con aquellos sectores del cristinismo más duro que suelen hacer del conflicto una forma de vida, y otros a una muy particular forma de consolidar su poder a partir de un mensaje que diría algo así como «miren que puedo ser cualquiera de estos dos; ustedes eligen». 

Las consecuencias del especial momento que vive el país, coronavirus mediante, parecieran haber disparado esta dualidad en el ánimo presidencial con más fuerza que nunca. En solo horas Alberto puede pasar del hombre con espíritu pacificador a el mandatario desbocado y altanero que sale a confrontar sin medir las consecuencias de sus embates. ¿Cuál es el verdadero?, ¿cuánto hay de Jekyll y cuánto de Hyde en nuestro presidente?.

El tiempo lo dirá y de esa respuesta dependen muchas más cosas de las que hoy podemos imaginarnos. No solo para la vida de los argentinos sino también para nuestra relación con el mundo. Ni que decir de lo que ello influirá en la recuperación de algún nivel de calidad institucional, ese bien tan maltrecho en el país de la claudicante vida democrática que se desbarranca hace décadas.

Por ahora solo nos queda esperar que nadie deje al alcance de la mano del jefe de estado ni una gota de la poción maldita y que el afable científico de la historia sea la única cara que lleguemos a conocerle.

¿Será mucho pedir?…