La salida de Caputo marca el momento critico del gobierno

Por Adrián FreijoLa renuncia del titular del BCRA, con argumentos al menos poco serios, pone en evidencia el quiebre interno de un gobierno que no atina a retomar la iniciativa.

Hay que ser muy tonto o estar muy distraído para creer que las «razones personales» esgrimidas por Luis Caputo para pegar el portazo en el Central puedan ser de una magnitud tal que le impidan esperar 24 hs. a la llegada de Mauricio Macri de los EEUU, lugar en el que el presidente intenta convencer a inversores, analistas y autoridades del FMI de que la crisis argentina está controlada y vale la pena apostar por el país.

¿Era necesario renunciar en este momento?, ¿midió Caputo -reconocido amigo personal de Macri- los costos de su decisión?. La respuesta es obvia…

Queda entonces analizar el escenario a la luz de los datos que, como siempre, trascienden desde adentro de un gobierno en ebullición, en el que los aliados desconfían entre si y los funcionarios ya no hacen esfuerzo alguno por esconder sus diferencias y rencillas. Y todo apunta a que la salida de Caputo fue una imposición del FMI -concretamente deslizada por Lagarde en la cena de gala en la que acompañó a Mauricio Macri- en una tácita alianza con el ministro Dujovne quien insistió ante las autoridades del organismo en que el saliente funcionario no compartía el contenido del acuerdo al que, cesiones mediante de la Argentina, se había arribado.

En buen romance, Dujovne y el  Fondo Monetario Internacional le impusieron a Macri la salida de Caputo. Y pocas cosas pueden ser más sintomáticas de la desorientación que por estas horas traspasa a un gobierno que no se cansa de dar señales de ineficiencia.

Cabe recordar que el BCRA lidera en cualquier país la lucha contra la inflación, ya que de él depende el flujo y reflujo de efectivo que circula por sus calles.

Si la máxima autoridad monetaria retacea el efectivo en manos de los ciudadanos, es probable que la recesión que se genere sirva al menos para mantener los precios relativos: sin demanda, no hay oferta que valga.

Y nada parece más a la medida de Lagarde y los suyos que secar la plaza argentina de dinero, disminuir aún más el consumo y generar una «pax romana» monitoreada desde Nueva York. Claro que para lograrlo es necesario que el BCRA mantenga la flotación libre del dólar y continuar con la subasta de divisas -que coloca al Central en la categoría de un actor más de la economía financiera- dos estrategias que Caputo abandonó esta semana, para volcarse hacia las bandas cambiarias y sin subastas cotidianas.

Mal momento para el gobierno: la más delicada de sus internas estalla cuando Macri está en el centro del poder económico mundial, tratando de convencer a todos de que las cosas está controlada.

Algo que a todas luces está lejos de acontecer…