¿Quién vela por la salud del astro deportivo más grande del país?. Esta y otras preguntas surgen cada vez que en la vida de Diego aparecen cuestiones que debieron ser detectadas antes.
Diego Maradona será operado de urgencia en las próximas horas, luego de que los médicos que lo evaluaron desde este lunes encontraran un coágulo en su cerebro.
Lo llamativo de esa novedad en el estado de salud del ’10’ es que contrasta con las declaraciones que entregó esta mañana uno de sus médicos, quien señaló que el exfutbolista solo padecía una anemia, pero que estaba evolucionando bastante bien y podría marcharse del hospital por sus propios medios.
Y como tantas otras veces en las que el ídolo máximo de la historia del fútbol argentino tuvo en riesgo su salud, no podemos menos que preguntarnos cual es el grado de cuidado que quienes habitualmente componen su entorno amistoso y parental -y que no escatiman esfuerzos a la hora de pasearse por los medios masivos esgrimiendo el carácter de ser «la única persona que realmente se preocupa por Diego»- tienen en definitiva con este hombre que en los últimos años ha tenido un constante deterioro de sus facultades físicas y, durante períodos cada vez más prolongados, mentales.
Es verdad que la patología encontrada -un hematoma subdural similar al que en 2014 llevó a la ex presidente Cristina Fernández de Kirchner a la mesa de operaciones- no adquiere por el momento gravedad y será resuelta con un intervención de bajo riesgo.
Pero necesariamente Maradona debió tener síntomas anteriores que debieron obligar a un exámen más profundo, como el que ahora sirvió para diagnosticar el cuadro.
En el caso de Cristina todo se confirmó cuando concurrió a la Fundación Favaloro para realizarse un estudio cardiovascular por una arritmia de estudio, y debido a que presentó un cuadro de cefaleas por lo que se solicitó su evaluación neurológica al instituto de Neurociencias de la fundación que preside Facundo Manes.Una vez realizados los estudios de control correspondientes se arribó al diagnóstico de colección subdural crónica, y se indicó reposo de un mes junto al seguimiento evolutivo estricto.
Es decir que de un estudio responsable surgió la existencia del hematoma y se procedió a intentar disolver el coágulo con medicación y un grado de descanso para evitar la intervención. Realizada la misma la entonces primer mandataria se reintegró a su actividad normal en un lapso muy corto.
Aquel escenario, si bien en cada caso existen diferencias, nos lleva a tres conclusiones previas y una, más definitiva, que le da sentido a esta nota:
1- La patología encontrada en Diego Maradona es detectable con exámenes de rutina, lo que hace sospechar que en su caso, y pese a ser por muchos motivos un paciente de riesgo que además presentaba constantes signos de deterioro físico y emocional, no fueron realizados al menos con la profundidad que el caso requería. Hoy, en un establecimiento hospitalario al que es llevado en medio de una urgencia, los facultativos encuentran la irregularidad en pocas horas…
2- Si bien el estado general del paciente no parece ser en los últimos tiempos el ideal, su padecimiento -de haber sido detectado con tiempo- pudo haber sido tratado con medicación, como se intentase con Cristina, dejando la alternativa quirúrgica como última opción y con una mayor planificación.
3- Una vez más y ante una emergencia que involucra su salud y su vida, la decisión de ponerlo en manos de los médicos es tomada por terceros que lo acompañaban sin ser parte de su familia. Como en aquella jornada triste en Punta del Este en la que a punto estuvo de perder la vida, el «10» llevaba dos días durmiendo cuando sus compañeros de andanzas resolvieron llamar a emergencias. «Diego no dormía, estaba en coma» diría después el médico Jorge Romero que concurrió en la ocasión.
Él tomó la decisión de internarlo, de la misma manera que su médico de hoy Leopoldo Luque se enfrentó con el entorno y el mismo paciente para urgir la movida que culminó con los estudios y sus preocupantes resultados.
Todo ello nos lleva a preguntarnos quien vela por la salud y el bienestar de este hombre al que los argentinos aman hasta el punto de negarse a aceptar que hace mucho tiempo ha dejado de estar en condiciones de cuidarse a sí mismo. ¿Porqué siempre está solo o con compañías ocasionales cuando se requiere la presencia de familiares que tomen decisiones que pueden hasta salvarle la vida?.
¿Para qué se lo sometió al triste espectáculo de llevarlo casi sin sentido, deteriorado y brindando una imagen deplorable, a un estadio vacío para darle una plaqueta que bien podrían haber llevado hasta su casa y una torta de utilería, en un espectáculo tan lamentable como vergonzoso?. ¿Tan importante es para Tapia y Tinelli la figuración junto al ídolo como para poner a sabiendas en riesgo su salud y su vida?. Dúo de miserables que han perdido todo contacto con la realidad o con algún valor moral.
Seguramente Diego Maradona superará este trance, sus allegados volverán a repartir codazos para aparecer junto a él en la estampita y con un poco de suerte seguirá generando dinero y fama para todos los vividores que componen su heterogéneo séquito.
Y también estará solo, librado a su suerte y cruzando los dedos para que algún Romero o algún Luque tomen por él las decisiones que los que deberían cuidarlo nunca se atreverán a tomar.
Mientras todos sin excepción -familiares, amigos, periodistas, dirigentes, políticos y fanáticos- lo miran morirse mientras gritan en forma de epitafio anticipado aquello de «olé,olé, olé…Diego…Diegoooo».