La triste y ajada postal de cada Navidad

Un pequeño grupo se ha instalado frente al municipio convirtiendo el centro de la ciudad en un infierno. Demasiado perjuicio, poca gente y la indiferencia oficial.

Nadie niega los momentos de especial dificultad por los que pasan millones de argentinos, privados de su trabajo y su sustento, en medio de vacuos debates de la clase política que nunca contienen ánimo ni propuesta de resolver nada.

Pero tal vez sea tiempo de comenzar a creer que sólo aquellas sociedades en las que se respetan los derechos de todos los ciudadanos son las que están llamadas a resolver en la medida de lo posible la cuestión de la marginalidad y sobre todo lograr que ésta no se convierta en endémica y por tanto integrada a la “normalidad” de la vida en común.

Municipalidad: banderas sin nadie que las agite

Municipalidad: banderas sin nadie que las agite

Frente al municipio un grupo de organizaciones sociales comenzó a pintar una postal que para estos días ya es tan común como aquellas con la imagen de Papá Noel que se envían para desear buenos tiempos a los amigos y seres queridos.

Y otra vez, como en tantas ocasiones anteriores, el tránsito en el micro centro de la ciudad se convierte en un caos capaz de desquiciar los nervios del más templado.

¿Creerán los acampantes que todas esas personas a las que perjudican no tienen problema alguno?, ¿los identificarán con la “puta oligarquía”?, ¿percibirán que todos son funcionarios?, ¿alguien les habrá convencido que cada automóvil de esos cientos que se encuentran encarcelados en la maraña de calles cortadas fue comprado con dinero mal habido, producto de la corrupción?.

Lo cierto es que mientras los verdaderos responsables de la decadencia argentina gozan privilegios que los alejan de la carpa o el atascamiento vehicular, los argentinos de a pié seguimos dañándonos, puteándonos y desconfiándonos como si fuésemos verdaderos enemigos.

Lo demás…ya es conocido.

EXPO-CARPA: mucha tela y poca gente

EXPO-CARPA: mucha tela y poca gente

Para muchos de nosotros el derecho a la protesta tiene que tener una razonabilidad. Frente al palacio municipal no se encuentran hoy más de  20 ó 30 personas que se han adueñado de las calles, están destrozando una vez más la recientemente remozada plaza San Martín y han instalado algo así como una EXPO-CARPA 2014 en la que un a decena de estructuras precarias emergen en mayor cantidad de quienes están, se supone, para habitarlas.

Demasiado circo y pocos artistas; un despropósito cualitativo que a la luz de la escasez de personas se convierte también en cuantitativo.

Y la demagogia, esa que hace que siempre salgan perjudicadas las mayorías silenciosas, permitiendo que cada cual haga lo que se le antoja sin tener en cuenta los derechos del otro.

“Otro” que, para más datos, suele ser el que paga los impuestos con los que se sostienen los funcionarios, los acampantes (¿o no están ahí para que el municipio les ponga en el bolsillo algo más de dinero del erario público?) y todos los que nada tienen que ver con la producción y el esfuerzo cotidiano.

Tal vez si alguien se anima a prohibir este tipo de manifestaciones todos, incluidos los campamentistas, comenzaremos a vivir mejor.

Sólo se trata de que la pobreza deje de ser el más rentable de los negocios nacionales.