Un nuevo caso de linchamiento en Rosario nos obliga a reflexionar acerca del camino equivocado que toma la sociedad cuando pretende justicia por propia mano.
Un delincuente de 22 años murió este domingo tras ser linchado cuando se disponía a asaltar una distribuidora de una panadería en Rosario junto a al menos uno o dos cómplices.
Según relataron los empleados a la Policía, el comercio fue tomado por asalto por los asaltantes, mientras que los trabajadores del lugar y los dueños, en una actitud más que arriesgada se abalanzaron sobre los sujetos, con el objetivo de evitar que se concretara el robo.
Los enfrentamientos a golpes y puntapiés se iniciaron en el interior del comercio, pero luego continuaron en la esquina de Garzón y Perón, donde quedó tendido el cuerpo sin vida del asaltante como consecuencia de la golpiza que recibió.
Lo ocurrido nos lleva una vez más a tener que analizar la creciente costumbre de la justicia por mano propia, que se está extendiendo por la sociedad como una infección imposible de detener.
Claro es que las instituciones del país, esas que mantenemos con nuestro esfuerzo y cuyos integrantes disfrutan en forma de altos sueldos y múltiples privilegios, no está dando respuesta alguna a la inseguridad que a todos afecta.
Pero no es menos claro que esta especie de justicia popular, cimentada en linchamientos y golpizas espontáneas, no es la solución al problema y mucho menos la expresión de la sociedad civilizada que la inmensa mayoría de los argentinos quiere vivir.
Y que estos modelos de sociedad violenta conducen más temprano que tarde a que la nueva ley sea nada más que la del más fuerte.
La ruptura del orden establecido –y vaya si estas violencias lo son- nos pone en la obligación de entender que ha llegado el momento de discutir uno nuevo, más ágil y más moderno y sobre todo al servicio de la gente y lejos de los privilegios.
Y como es impensado que tal debate se proponga desde el poder, que es el gran beneficiario de aquellos privilegios, sería y tiempo de que la gente lo tomara en sus manos, se organizara en foros, grupos o cualquier forma de asociación de las conocidas y en forma horizontal primero y concéntrica después generara una fuerza imposible de no ser atendida.
Esa sería una forma inteligente de “tomar el toro por las astas” y mucho más civilizada y útil que la macabra nueva costumbre del linchamiento.