Por Adrián Freijo -La imagen que devolvían los bancos de toda la Argentina dan cuenta del final de una cuarentena escasamente respetada. Una bomba viral que desnuda un país enfermo.
Las largas colas en la puerta de los bancos de la ciudad y del país eran la imagen de una Argentina en la que es mucho más lo que se dice que lo que realmente se hace. A nadie en el gobierno nacional se le ocurrió que juntar a los mayores con los beneficiarios de prestaciones sociales era una verdadera locura. A nadie…
Tampoco mirar las estadísticas de pobreza, las de millones de argentinos que cobran una jubilación mínima ni ningún otro dato que permitiese sospechar que lo ocurrido iba a pasar inevitablemente. Son pocos los que pueden quedarse en su casa esperando algunos días, o algunas semanas, para ir a cobrar sin tanto amontonamiento. El magro dinero de su haber o de su asistencia apenas le alcanzará para comer unos pocos días…
Juega también en la tenebrosa imagen -anticipo de un crecimiento inevitable de los contagios- la responsabilidad de muchos de nosotros que no hemos entendido que el aislamiento no es una opción sino una necesidad. Y de vida o muerte.
Todo huele a improvisación, a ineficiencia, a irresponsabilidad lindante con lo criminal. Todo se parece inevitablemente a la Argentina cotidiana, al país en el que la improvisación, el egoísmo y el desprecio por el otro se ha convertido, nos guste o no, en parte de nuestro ADN.
Y más triste aún es ver en las farmacias a decenas y decenas de adultos mayores formando largas hileras para recibir la vacuna antigripal, pese a que el PAMI ha habilitado un sistema de turnos que podría evitar el dantesco espectáculo de ancianos que no respetan la distancia mínima, se amontonan desde la madrugada para «no esperar tanto» -como si las horas transcurridas hasta la apertura del establecimiento no contaran- y a los que en muchos casos se los inocula en la misma calle, es decir en el mayor ámbito de contagio que puede existir.
Muchos dicen que esta crisis sanitaria nos va a cambiar y hacer mejores como personas y como sociedad; se aventuran a hablar de un nuevo tiempo y un nuevo orden. Pamplinas, hemos actuado como siempre lo hacemos, hemos sido tan egoístas como estamos acostumbrados y la emocionante actitud e miles de argentinos solidarios y responsables no es suficiente para cambiar un sistema perverso, con valores distorsionados y preparado para sacarse de encima los problemas en vez de atacarlos a fondo.
¿Organizar?, ¿buscar un método humano y seguro?…¿para qué?. Basta con abrir los bancos el sábado y el domingo para que el amontonamiento sea el mismo pero dure menos días. Un disparate…
Solo nos falta organizar bailes y fiestas callejeras «para entretener a los que están en cuarentena». Y seguramente ya lo están pensando algunos medios masivos que frivolizan en drama recorriendo las calles para encontrar situaciones festivas aunque para ello haya que violar «apenas un poquito» el aislamiento.
¿Qué parte del millón de contagios en el mundo, los miles de muertos y los cientos de miles de infectados no terminan de entender aquellos a quienes le pagamos para que nos cuiden y organicen en la sociedad?.
La postal de hoy es la del suicidio. O la del homicidio si lo miramos desde la vereda de quienes están ahí, a la intemperie, esperando horas para llevar un pesito a su casa.
Da lo mismo…en ambos casos la muerte es la protagonista.